La Iglesia a través de los siglos, ha tomado con seriedad y respeto la esencia del hombre, y se ha preocupado por alentarlo y acompañarlo ante situaciones vulnerables de enfermedad, sufrimiento y muerte; ofreciéndole medios para fortalecer todas las dimensiones de su persona, a través de recorrer junto a él un camino de fe y esperanza especialmente ante la experiencia del dolor humano.