Recomendación bibliográfica:
"Id y CURAD enfermos. 16 lecciones de Pastoral de la Salud"
Elena Iglesias López
Agente de pastoral. Responsable SAER
Clínica Nuestra Señora de la Paz. Madrid.
Con su habitual energía, claridad, palabras llenas de experiencia y deseo de compartir todo lo aprendido en “su Orden Hospitalaria” Monseñor Redrado desarrolla en este libro 16 lecciones a modo de síntesis dirigidas a cualquier persona que profesional o personalmente se sienta llamada a aproximarse a la Pastoral de la Salud. El autor con estas líneas manifiesta su deseo de procurar ver más allá, ayudar a entusiasmar, preparar nuevas vocaciones al servicio de la Pastoral de Salud para que, quienes salgan beneficiados en último término sean los enfermos, tal y como lo haría Juan de Dios.
Las primeras páginas, recogen una entrevista que le hace Miguel Martín O.H. al propio autor en la que se pone de manifiesto su extensa y notoria trayectoria, muy unida a la propia historia de la Pastoral de la Salud tanto en la Orden Hospitalaria como en la Iglesia con su presencia durante veinticinco años en el Vaticano como Secretario de la Pontifica Comisión para la Pastoral de los Agentes Sanitarios (desde 1986), donde entre otras muchas acciones impulsó la Jornada Mundial del Enfermo, siendo la primera en 1993). Este recorrido bien puede mostrar la primera de las lecciones que se nos presentan.
A continuación, y tras aproximarnos a diferentes definiciones de Evangelización, se presenta la figura de Jesús de Nazaret como iniciador de la tarea pastoral, entendida ésta como un servicio propio de la Iglesia dirigida a personas en un lugar y tiempo, una tarea creadora y dinámica, que debe ser fiel al lenguaje de Dios y de los hombres. Ante el mandato explícito de Cristo a la Iglesia (comunidad de creyentes) de evangelizar, el cuidado a los enfermos se vuelve inseparable en tal misión. Por ello, en este primer capítulo se enumeran múltiples documentos significativos para la pastoral sanitaria del papa Juan Pablo II: Salvifici doloris (1984 – sobre el sentido cristiano del sufrimiento), Dolentium Hominum (1985 – motu proprio para la Pastoral de los agentes sanitarios) o referencias en Christifideles Laici o Vita Consecrata. Se muestran algunos retos para el futuro de la evangelización y en futuros capítulos se realizarán reflexiones respecto de alguno de ellos: la deshumanización de la medicina, el envejecimiento del efectivo religioso, la vocación, la responsabilidad, la formación, el proyecto pastoral o la oración.
La necesidad de un proyecto pastoral en los hospitales, es abordada en el capítulo 2. Un proyecto que ha de estar integrado en los equipos interdisciplinares quienes han de conocerlo, y para ello se tiene que dar un cambio de mentalidad, espíritu de equipo y organización. Además, se desglosan los diferentes agentes que intervienen en el proyecto pastoral y sus funciones haciendo especial hincapié en la formación.
La persona enferma como centro de la actividad, la responsabilidad ética es la temática del capítulo 3. Algo necesario en los profesionales de la salud es una coherencia de vida. A través de la comprensión del proceso de salud-enfermedad, amando la profesión y siendo ministros de vida. Para ellos se presentan algunos ejemplos de buenos samaritanos en los que inspirarse como Jesús de Nazaret, Juan de Dios, Camilo de Lelis, Vicente de Paúl y un ejército de santos y santas de la hospitalidad.
El capítulo 4 muestra la enfermedad, sufrimiento y la cruz como lugares de encuentro y evangelización. La enfermedad crea una nueva situación que hace que cambie totalmente la vida de quien la vive y de los que le rodean, pasando de no tener tiempo a poseer todas las horas para poder pensar, valorar, revisar y “vivir”; y en el caso de la familia puede ser un momento para renovar su fe y su amor. Se comparten algunos testimonios de personas que han vivido en Cristo y han vivido el paso de la cruz a la alegría, pues “solo el amor vivido en medio de la enfermedad puede dar sentido a esta”.
El libro presente en el capítulo 5 el hospital como lugar de misión y ejercicio de la esperanza. Una esperanza basada en la espera confiada en la Palabra de Dios, en sus promesas y en su gracia. Se pone de manifiesto la tarea fundamental de humanizar los hospitales propuesta por Pierluigi Marchesi O.H. En el hospital incluso cuando “no hay nada que hacer, hay mucho que hacer”, se ha de aliviar el dolor, pero también hay una obra de asistencia, sostén y consuelo.
El capítulo 6 desgrana la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 29-37) a través del análisis de los protagonistas y sus diferentes comportamientos. Para hacerse prójimo con el que sufre, se pone de manifiesto la necesidad de descubrir quién es el prójimo y dejarse impregnar por la compasión y misericordia de Dios mismo (el propio samaritano). La propuesta final consiste en dar un paso más, siendo consecuente con nuestras acciones y amando al prójimo como a nosotros mismos.
La definición de funciones y el papel del Servicio de Atención Espiritual y Religiosa hospitalario, es el eje del capítulo 7. Los agentes de pastoral (“ministros de la vida”) insertos en los equipos multidisciplinares (que deberán llegar a ser interdisciplinares), han de ejercer su propio estilo y fuerza terapéutica haciendo del hospital un lugar “privilegiado” de curación y sanación. Entre otras cosas es de destacar, la profesionalización de los SAER y la preparación de todo el equipo sanitario para dar una adecuada atención integral a los enfermos.
Compartiendo su experiencia personal como jubilado y como capellán en un hospital pediátrico, el autor en los capítulos 8, 9 y 10 plantea píldoras saludables para saber envejecer y la receta para una felicidad que dure toda la vida; nos aproxima al sufrimiento y a la muerte como parte de la vida. Si se quiere dar sentido a la enfermedad y la muerte se debe tomar en serio la vida; y el que realmente ama la vida está preparado para el tema del sufrimiento y de la muerte; finalmente, a través del sacramento de la Unción de enfermos (sacramento para el momento de la enfermedad, no para la muerte) se ofrece la posibilidad al enfermo creyente de vivir la enfermedad con un sentido de fe, por la acción del Espíritu. Además, gracias a los gestos y oración de la Iglesia, su familia puede encontrar en ello un espacio para revisar su fe y su amor y la comunidad cristiana puede hacerse presente con la solidaridad, la acogida o la fe compartida en la oración.
En el capítulo 11, presenta a Pierluigi Marchesi O.H. como un profeta de la hospitalidad, maestro en humanización y Pastoral de la salud, defendiendo la figura central del enfermo en la atención de los servicios de salud. La revolución sanitaria que soñaba Marchesi consistía en dar a las personas que sufren el sentido de su dignidad y de la sacralidad de su vida, inspirado en todo momento por el carisma de la Hospitalidad. Se refiere a la formación en los valores y la humanización según el pensamiento de Pierluigi Marchesi O.H. como una propuesta de formación permanente para profesionales sanitarios. El capítulo concluye con una carta de reconocimiento y agradecimiento del autor al propio Marchesi OH.
La Bioética es el siguiente punto que se trata en el capítulo 12, realizando una descripción desde el origen del término en Estados Unidos y su llegada a España en 1975 de manos del jesuita, Dr. Francesc Abel i Fabre, y sus primeros pasos en un hospital de la Iglesia, concretamente de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios (Barcelona). Se muestra el papel que tiene la Iglesia hoy en la promoción y participación del debate ético en el que se halla el mundo de la salud, y más concretamente del papel insustituible de la Universidad Católica para liderar este movimiento.
La discapacidad en el ministerio de la Iglesia, es el tema desarrollado en el capítulo 13. Se exponen tres líneas que reflejan el importante papel que la pastoral tiene en dicho ámbito: la reflexión sobre el mal, el dolor y el sufrimiento en las culturas antiguas y en las grandes religiones orientales; una segunda línea en la que se presenta la visión que ofrece la revelación judaica y la cristiana; en tercer lugar, se ofrece un resumen de la respuesta práctica y concreta de la comunidad cristiana al sufrimiento y al dolor a lo largo de la historia. El capítulo termina con una breve reflexión sobre la comprensión y la actualidad de la actividad de la Iglesia a favor de los enfermos y los que sufren en la que se nos invita a revisar nuestras actitudes y comportamientos ante la discapacidad, como signo de fidelidad a Cristo y a su Evangelio de la salvación contribuyendo con compasión y sufrimiento compartido en la construcción de una sociedad más humana.
El capítulo 14, nos muestran seis claves para una presencia cristiana en las tareas pastorales a la luz de la Evangelii Gaudium del papa Francisco (I. Jesús-Evangelio-Alegría y II. Misericordia-Iglesia-Pobres). Por último, el capítulo 15 está dedicado a la oración como un momento de encuentro. Conducir, guiar, animar, curar, sólo puede realizarse desde la oración y contemplación, desde la continua escucha de la Palabra de Dios. El Evangelio necesita hombres sencillos, humildes, “vulnerables”, heridos, creíbles, entusiastas, enamorados de las cosas de Dios. El libro finaliza enumerando una bibliografía básica para el ministerio pastoral con los enfermos, algunas de estas referencias se encuentran incluidas en los Anexos: Dolentium Hominum (1985), Carta del Santo Padre al Cardenal Fiorenzo Angelini, Presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de los Agentes Sanitarios, con ocasión de la Institución de la Jornada Mundial del Enfermo (1992), Carta apostólica en forma Motu proprio del Santo Pontífice Francisco con la que se instituye el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral (2016), los temas monográficos de Labor Hospitalaria publicados desde 1971-2020 y las conferencias internacionales en el Vaticano.