El sufrimiento asociado al suicidio es uno de los desgarros que más desarman nuestra fe. Esta situación límite nos coloca ante una encrucijada creyente que apunta a la comprensión última de la esperanza, la confianza y el amor de Dios. Entonces, el respeto al misterio que palpita en lo profundo del ser humano, cuando el don de la vida se le vuelve insoportable, tendrá que ser la clave de bóveda que sostenga nuestra acción. Desde la fe es posible abrirse a la esperanza definitiva en el Dios de la alianza, que no se desdice de la belleza eterna de aquellos a los que ha creado por amor. Estas páginas quieren ser una pequeña guía para ayudar a quienes escuchan, acompañan, acogen, predican, confiesan y consuelan a víctimas y supervivientes de este dolor.