Terapia génica, nanomedicina, inteligencia artificial (IA), … las nuevas tecnologías están propiciando avances inéditos en numerosos ámbitos de nuestro entorno y en la propia vida. Asistimos a una revolución médica, asistencial y personal.
Todos estamos en el mismo barco: la especie humana, los animales y las plantas; todos los seres que tienen vida y lo inanimado. Es decir, somos un todo y hay que seguir dando la razón a José Ortega y Gasset cuando nos advierte: «Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo». Por lo tanto, nos atrevemos a afirmar que, constituimos una unidad de destino en lo universal.
De ahí que la Ecología Integral, sea dar una respuesta al clamor de la tierra, al clamor de los pobres, a la economía ecológica, al cambio de nuevos estilos de vida más sencilla, a una educación ecológica, asumiendo una espiritualidad ecológica y, en definitiva, en un empeño comunitario y la participación activa en el cuidado de la creación.
Tenemos en consecuencia estos grandes desafíos: [1] el cambio de las condiciones de vida del hombre en el mundo tecnológico; [2] el impacto de las nuevas tecnologías sobre la definición misma de “hombre” y de “relación”, con particular referencia a la condición de los sujetos más vulnerables; [3] el concepto de “conocimiento” y las consecuencias que se derivan.
Estamos inmersos en una sola y compleja crisis socio-ambiental. El problema ecológico está muy relacionado con la nueva concepción antropológica que el mundo moderno oferta en la humanidad, donde el hombre se ha posicionado en el centro de la creación, sintiéndose superior y atribuyéndose el derecho de utilizar el resto del orbe para alcanzar sus propios beneficios.
Se precisa una seria reflexión sobre el valor mismo del hombre. Es necesario, en particular, reiterar con decisión la importancia del concepto de consciencia personal como experiencia relacional, que no puede prescindir ni de la corporeidad ni de la cultura. En la red de las relaciones, tanto subjetivas como comunitarias, la tecnología no puede suplantar el contacto humano, lo virtual no puede sustituir lo real y tampoco las redes sociales el ámbito social. No podemos ceder a la tentación de hacer prevalecer lo virtual sobre lo real.
Cuidar es un verbo de acción, y donde necesariamente hay un sujeto que recibe el cuidado. Las raíces del cuidado no son exclusivamente humanas, pero sí que son sustantivamente homínidas. El cuidado es una constante desde las primeras comunidades humanas y configura el hecho mismo de la civilización: sin el cuidado mutuo no es posible el desarrollo humano, y no sería posible tampoco la supervivencia de la especie.
Habremos de tener cuidado en que no desaparezca la privacidad, ya que estaría implicada la libertad. ¡Ojo que la libertad está en peligro si nos dejamos invadir por el totalitarismo de las nuevas tecnologías! Estemos alerta para que la ciencia no deje de estar al servicio del hombre y no al revés, porque la ciencia y la tecnología va más deprisa que el ser humano. Hay que defender que el progreso esté y siga siendo humano.
La IA ya está aquí: es el presente, no el futuro. No hay marcha atrás. Estamos ante un cambio de paradigma que está remodelando completamente la sanidad. Las transformaciones ya están tomando forma, y aunque los primeros pasos sean graduales, nos dirigimos hacia una disrupción completa del modelo asistencial tal y como lo conocemos. Nos veremos obligados a reconsiderar conceptos que hasta ahora parecían inalterables, como el papel de los diagnósticos en nuestra comprensión de la salud. Pero, ante todo, la inteligencia artificial nos obliga a un reencuentro con nuestra humanidad, a una reflexión profunda sobre lo que significa ser humanos en la era de las máquinas pensantes.
El documento que aportamos en Labor Hospitalaria «Cuidado de la Creación para una Hospitalidad Holística. Reflexión sobre Ética Medioambiental», de la Comisión General de Bioética, presentado a toda la Orden Hospitalaria y a la Congregación de las Hermanas Hospitalarias el 8 de septiembre, es el resultado de una reflexión que se viene desarrollando sobre el cuidado de la tierra en el contexto de la Hospitalidad.
«Cuidado de la Creación» presenta su contenido estructurado en torno a la ética medioambiental, sus raíces y fundamentos bíblicos, y finaliza con una propuesta descriptiva para el mundo de la Hospitalidad, basada en la Encíclica Laudato Si’.
Se insiste que, «como hospitalarios, estamos llamados a «cooperar como instrumentos de Dios en el cuidado de la creación» de todas las maneras posibles. Estamos llamados a abrirnos a nuestro entorno, a escuchar con atención a todas las criaturas que habitan este pequeño planeta, nuestra casa común; debemos ser compañeros de diálogo, aportando nuestra contribución específica a la curación de nuestro mundo y de las personas que viven en él».
Un mundo mejor es posible gracias al progreso tecnológico si éste va acompañado de una ética basada en una visión del bien común, una ética de libertad, responsabilidad y fraternidad, capaz de favorecer el pleno desarrollo de las personas en relación con los demás y con la creación.
Sin embargo, el desafío más grande que hemos de abordar, con la llegada de la inteligencia artificial, no es tecnológico, sino humano. El riesgo no está en la adopción de estas herramientas, sino en olvidar que la esencia de la asistencia reside en las personas. Las profesiones asistenciales son un acto de humanidad. No podemos permitir que la fascinación por la técnica nos distraiga de nuestra misión fundamental: aliviar, acompañar y cuidar. Porque la IA puede cambiar la forma en que diagnosticamos y tratamos, pero no debe alterar el por qué lo hacemos. No olvidemos que la asistencia y el cuidado es un acto de amor. Cada decisión y cada acción, desde el escuchar al enfermo o usuario en un primer contacto, hasta el gesto del bisturí durante una intervención quirúrgica, debe estar impregnado de este entendimiento.
Cabe preguntarse, llegados a un futuro donde la IA sea una realidad que se nos impone, ¿sería concebible, rentable y óptimo que autómatas autoconscientes aglutinaran el repertorio completo de cuidados posibles, deviniendo una suerte de supercuidadores? Porque, al fin y al cabo, como cuidadores, al acercarnos a quien sufre, solo podemos concebir el dolor que, de alguna manera, en alguna medida, alguna vez, también nosotros hayamos sentido.
¿La IA es una amenaza? ¿Es un peligro contra los derechos de autor y otras creaciones? Siempre que aparecen estas cuestiones, han aparecido soluciones creativas que han ayudado a superar las crisis y los temores: plataformas de streaming y otras. Se ha recuperado el equilibrio y las formas, diversas y enriquecedoras.
¿A dónde vamos y quiénes seremos en el futuro hipertecnologizado que hemos comenzado? Afectará a nuestra existencia, afectará a todas las esferas humanas, o mejor, a todo lo que nos hace humanos. Pero no hay que caer en el derrotismo como si estuviéramos en camino de un genocidio existencial, como llama César Antonio Molina.
Está bastante claro y es evidente que, con los avances tecnológicos, va disminuyendo la capacidad de pensar y reflexionar y, como consecuencia, va disminuyendo la dimensión espiritual del hombre. El hombre tiene el riesgo de resultar un dios con prótesis de todo tipo. Pero no hay que caer en la creación de una sociedad, de una humanidad sin esperanza.
La cultura se ha identificado como creación de las personas. ¿Cómo va cambiar esta cultura la IA y la creatividad? No lo sabemos, aunque ya lo estamos sospechando. Hemos de estar atentos a los aspectos éticos que seguirán siendo humanos. Hay que compaginar la formación ética, la honradez con la legislación que, a veces, suele resultar tiene un carácter punitivo más que formativo: pues la letra entra mejor con una óptima información y formación que con un castigo, dolor o multa. Seamos realista y optimistas: según Elon Musk el 20% de cosas malas traerá la IA, frente al 80% de positivas.
El futuro depende de la educación en valores, en nuevos hábitos higiénicos, en respeto a los demás. Aprender de la historia, para no repetir lo que hemos hecho, ya que las consecuencias pueden ser similares. A desterrar la indiferencia y, a integrar la espiritualidad. A tomar consciencia de la vulnerabilidad de la persona. A considerarnos integrantes del mundo (Laudato Si’) y sabremos dialogar mediante las conversaciones y los pactos.
Es importante conservar el legado ético de pasadas generaciones, creando consciencia y pensamiento crítico ante eventualidades pasadas. Se necesita afirmar en las nuevas generaciones una consciencia madura basada en criterios de valores.
El campo educativo, independientemente su modalidad y nivel, es uno de los campos privilegiados y potenciales en la conservación de la cultura, ética y ecología, en fin, del patrimonio humano.
Ahora habremos de decir que no hay otra alternativa que cambiar, cambiar a otro estilo de vida, pues con el que hemos llevado, ya conocemos sus efectos. Cambio cognitivo y cambio comportamental, no hay otra solución. Lo que pasa es que nos falta la voluntad de aprender.
Ronda una idea que está muy directamente relacionada con el fondo de la intervención social. En San Juan de Dios cuando alguien llega a uno de nuestros dispositivos no debemos pretender o buscar especialmente que “la persona cambie” sino que, debemos volcar, sí, todas nuestras energías en crear un ambiente, presentar unos espacios, instalaciones, tener un ambiente laboral y relacional de tal forma cuidados que “se puedan producir cambios en las personas”. Es una ecología humanizada.
En la presente publicación de Labor Hospitalaria, se encarnan experiencias que están sirviendo para encontrar algún sentido a cuanto nos está sucediendo y en especial ante la invasión de la técnica que nos debe impulsar, más que al pesimismo, a la asimilación e integración de la misma con una dimensión de acogida en Hospitalidad que nos caracteriza. Sencillamente porque nos está moviendo el espíritu de la Hospitalidad ecológica que siempre hemos respirado.
Calixto Plumed Moreno O.H.
Director LH