Con independencia del modelo con el que cada sociedad se aproxime a las penas de prisión (punitivo, rehabilitador o mixto), aparece siempre la responsabilidad de humanizar dicha situación. Este compromiso se acrecienta, si cabe, cuando la persona presa está enferma.
Por supuesto, la genuina humanización entronca con todos los principios bioéticos, pero especialmente con los de autonomía y vulnerabilidad. ¿Cómo conseguir respetar la autonomía cuando hemos restringido ésta mediante una sentencia? La clave reside en seguir considerando persona (“prójimo”) a aquella que ha cometido un acto que la sociedad ha considerado censurable.
Revisaremos en este artículo diversas iniciativas que se han puesto en marcha desde los centros de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios para balancear respeto y protección, tanto de la persona presa como del resto de la sociedad.