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experiencias | Num.338
CuidARTE. Arte y humanización
en dinámicas de cuidado.

Gerardo Díaz Quirós
Doctor en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo
Director de la Fundación San Juan de Dios (Madrid)


Anclado en la íntima relación del arte con el hombre, el artículo defiende las artes como vía privilegiada para asomarse al misterio de la propia existencia, de la vulnerabilidad, la enfermedad, la fragilidad o la necesidad, así como ejercicio eficaz en el desarrollo de la sensibilidad que necesita toda dinámica de cuidado. De igual modo, apunta estrategias y acciones por las que las artes pueden contribuir a procesos de humanización en el ámbito sanitario y social.

01 | Del arte y el hombre

El tratadista del arte francés René Huyghe, que habría de coordinar entre 1958 y 1961 una obra de título El arte y el hombre, había escrito con anterioridad que “el arte y el hombre son indisociables. No hay arte sin el hombre, pero tal vez tampoco hombre sin arte. A través de éste, el hombre se expresa más completamente y, por consiguiente, se comprende y realiza mejor. Gracias a él, el mundo se hace más inteligible y más accesible, más familiar” (Huyghe, 1935:23). En su obra más conocida, Diálogo con lo visible (1955) añadiría que el arte ha permitido al hombre mantener su vínculo con el universo.

Hay belleza sin el hombre, al menos si asumimos la categoría nouménica de Kant, y todos tenemos experiencia de lo sublime (la grandeza admirable) de algunas manifestaciones de la naturaleza, mas, como nos explicaban en las primeras nociones de estética, una piedra que cayese accidentalmente ladera abajo y, fruto del azar, terminase convertida en La Venus de Milo al llegar al valle, no sería propiamente una obra artística. En el arte hay intención, radicalidad humana. A través de las artes la persona se aproxima a la comprensión del mundo (el dibujo es un ejercicio de apropiación, comprensión e interpretación extraordinario) profundiza en sí mismo, interioriza, expresa y se expresa, comunica de forma más o menos inteligible. Las artes pueden ser espejo, puerta o puente; reflejo de la realidad o construcción con otras reglas de nuevas realidades, acceso a mundos distintos donde todo es posible o pasarela entre aquellos y este. Las artes son también ofrenda elocuente, regalo, expresión de lo mejor que puede ofrecer el ser humano al aunar materia y genio. Y aún para descubrir esa belleza del mundo de la que uno no es enteramente responsable –y que cabría interpretar, entroncando con el manantial del Gran Arquitecto, como manifestación artística de un Dios creador- es necesaria una mirada avezada, sensible, artística y cocreadora por filiación.

02 | Arte y misterio

El arte es herramienta útil para adentrarse en el misterio del hombre; por una parte, lo aborda inquisitivamente, para comprenderlo, y por otra lo ahonda, lo acrecienta, por lo que el propio arte tiene de misterio. La impronta de una mano impregnada de sangre, de barro o de ceniza en el abrigo de una roca; la misma huella en negativo, expresión de una técnica ya más elaborada que implica retener en la boca un pigmento y asperjarlo de forma directa o a través de una caña manteniendo la propia mano sobre el soporte, o esas series de animales sucintamente trazados, esenciales pero capaces de transparentar un profundo conocimiento de la naturaleza y un aguda observación; esas primeras manifestaciones que llamamos artísticas conocidas –cuántas habría anteriores sobre el propio cuerpo o con materiales de mayor fragilidad- nos sobrecogen porque nos colocan frente al misterio del homo. El pintor René Magritte lo expresó con radicalidad –de palabra y con su poética pictórica- al afirmar que “el arte evoca el misterio, sin el cual el mundo no existiría”. En su clásica distinción entre problema y misterio, ya señalaba Chomsky (1977) que ante el misterio sólo cabe quedarse mirando fijamente, maravillados y desconcertados. Esta acción contemplativa forma parte de las artes, no sólo en su fase última, sino a lo largo de todo el proceso creativo, haciendo de la obra un recurso a veces eficaz, no ya para resolver, sino para aproximarse con sentido numinoso y quizá intuir.

Si la vida misma en su conjunto es terreno del misterio, éste emerge de manera poderosa en procesos de fragilidad o enfermedad (Marcel, 1971). Como tiene escrito Manuel Gesteira (1991), el dolor remite hacia un misterio, hacia una terra incognita.  Según los casos, la densidad de las preguntas se hará mayor –a veces casi insoportable- sobre el paciente, la persona atendida o sobre sus familiares y amigos, pero también sobre cuantos intervienen en su proceso de atención o de cuidado. Para estos últimos, a las preguntas propias se añadirá la necesidad de contar con recursos para identificar siquiera la inquietud del otro y para hacerse presente ante ella.

Aun cuando no se exprese de modo unívoco, presentándose en ocasiones al amparo de lo emotivo o lo psicológico, de lo interpersonal o lo transpersonal, la atención a la dimensión trascendente del ser humano brota con fuerza de modo general ante la intención de una atención integral. En la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios esa dimensión se pronuncia con rotundidad como espiritual y trata de encontrar satisfacción en servicios de atención espiritual y religiosa fuertemente implantados en sus centros y dispositivos.

Tras la pandemia de la COVID-19 se ha explicitado el alto riego de angustia emocional –con epicentro en aspectos de significado, sentido y propósito- que padecen muchos profesionales de entornos sanitarios y sociales, lo que ha de espolear a trabajar sobre estos aspectos. Y en este terreno las artes salen al encuentro, pues son formas privilegiadas de apertura al espíritu. Resulta inevitable referir, siquiera como provocación al lector para comenzar a indagar, la obra de Vassily Kandinsky De lo espiritual en el arte, publicada originalmente en 1912 y que, en sí mismo, más que un tratado teórico, es intento de superación de las limitaciones de la expresión escrita; volver a Huyghe y su El arte y el alma, de 1961 o citar la monumental obra de Hans Urs Von Balthasar, Gloria, concebida como teología cristiana que pretende completar la visión de la Verdad y la Bondad, a partir del Pulchrum. Pocas relaciones encontraremos más duraderas en el tiempo y más estrechas que la que se da entre el arte y lo sagrado. En todas las culturas, en todas las civilizaciones, en el juego de lo anabático y lo catabático, han adquirido protagonismo las artes. Y aún hoy, frente a religiosidad o la espiritualidad, el arte, más allá de la iconografía, de la capacidad de representación, tiene poderosa fuerza para la evocación de realidades invisibles y para la materialización de espacios y tiempos particularmente apropiados para la búsqueda interior de aquello que puede estar más allá de nosotros.

03 | HumanizARTE

El cambio de paradigma respecto a los modelos de atención, que coloca –al menos como deseo- a la persona en el centro (extremo que se recoge con nitidez en toda la literatura reciente de la Orden Hospitalaria y de forma implícita desde los orígenes de su actividad) viene precedido de un proceso deshumanizador. Al haber señalado que sin ser humano no hay arte, es fácil deducir que ese proceso tuvo un componente erradicador de lo artístico y que en la reconquista de lo mejor del ser humano (am-arte, valor-arte, respet-arte, cuid-arte…) han de hacerse presentes las manifestaciones artísticas entendidas en su más amplio sentido y como crisol de sensibilidades. El Hôtel-Dieu de Beaune fundado en 1443 por Nicolás Rolin o el mismo Hospital de San Juan de Dios de Granada pudieran propiciar un revolcón visual que ayude a revisar y resituar experiencias del pasado. Si evocábamos antes el concurso del arte para ofrecer “lo mejor para Dios”, es fácil desarrollar la lógica y entender que, si Dios se hace presente en la fragilidad, la necesidad o la enfermedad, también para quienes padecen ha de ofrecerse lo mejor. Corrientes como el higienismo o el esencialismo propiciarán una depuración formal a veces radical, brutal o brutalista incluso, por usar un término arquitectónico, pero no ajena a criterios artísticos.  Cosa distinta y que distraería la atención del foco que ahora nos interesa es que, como advirtiera ya Roberto Sánchez Casado (1997), justo este proceso de “humanización del mundo” coincida ahora con la deshumanización del arte.

Un apunte siquiera merece la cuestión de la sensibilidad, central en nuestro argumento. Tendemos a pensar que la sensibilidad, entendida quizá como bondad del corazón, es una cuestión innata. Sin embargo, también la sensibilidad se forma, se educa, se desarrolla, se ejercita y se puede fomentar; en expresión que hemos oído a Amedeo Cencini, tan coloquial como certera: “tenemos la sensibilidad que nos merecemos”.  No es posible una atención holística sin profesionales e instituciones sensibles, pues sólo desde una profunda madurez se puede atender desde la dignidad, de forma no sólo individualizada, sino personalizada, entroncando en lo profundo de la persona, con sus capacidades y sus necesidades, haciéndola partícipe –protagonista- de sus propios procesos y en un marco de escucha plena.

En la dinámica del concurso del arte para la humanización convergen vectores distintos que podríamos adjetivar, en términos ignacianos, como interpenetrados. En su dimensión expresiva e introspectiva, las artes pueden ser herramienta para todos los agentes de cuidado; sin ánimo o competencia profesional, las artes pueden ayudar en el conocimiento de uno mismo, en la profundización y sensibilización y, al tiempo, pueden servir para canalizar y expresar, a veces, incluso, con carácter terapéutico. Las experiencias en este sentido son particularmente abundantes en el terreno de la salud mental, como se puede ver en el Archivo del Patrimonio de Arte Psicológico del Centro San Juan de Dios de Ciempozuelos, puesto en marcha en 1996[1], pero tienen aún un amplio recorrido. De otro lado, las artes pueden servir para el desarrollo de la sensibilidad, sobre todo en los agentes de cuidado, que pueden descubrir en ellas, además, recursos para mejorar la relación y la comunicación, así como para adentrarse en el terreno de las grandes preguntas. Recurrir a los artistas puede ser subirse a hombros de gigantes que nos ayuden a ver horizontes nuevos, a redescubrir el envés de lo cotidiano o la poesía que nos envuelve y, sin embargo, nos pasa desapercibida. Conviene recordar que la escasa destreza para creación no bloquea la experiencia estética, el desconocimiento del dato positivista no anula la capacidad de penetración en la obra y siempre es posible un diálogo directo y transformador.

04 | De las artes y los sentidos

Las artes son expresión y a la vez herramienta para el desarrollo de todos los sentidos, abonando el terreno para permitir desbordar ese mundo sensible cuando sea necesario. Recurrir al arte para humanizar es mucho más que decorar. No se trata de generar “espacios bonitos”, que también, si no fuese porque la crítica del juicio es terreno complejo que no podemos ni apuntar en estas líneas.

Probablemente por haber tenido su propia reflexión, previa y monográfica, sobre el proceso de humanización de la disciplina, la arquitectura lleva cierta ventaja en los planes de humanización de los cuidados. La preocupación expresada ya en algunas conferencias de los años treinta del siglo XX por Alvar Aalto, y que asentaría en el conocido artículo de 1940 La humanización de la arquitectura, abre una reflexión temprana de fácil entronque con las preocupaciones del mundo del cuidado; no en vano, uno de los proyectos que refiere en el artículo es el Sanatorio de Paimio. El reciente trabajo publicado por PMMT –la trayectoria de Patricio Martínez y Maximià Torruella y sus propuestas en arquitectura sanitaria merecerían atención detenida- bajo el título de Humanización de la arquitectura sanitaria. Una guía de diseño para el bienestar, es un buen ejemplo del estado de la cuestión. El número de acciones llevadas a cabo, sobre todo en relación con espacios de atención infantil, no ha parado de crecer, con ejemplos muy notables sin salir de centros de la Orden Hospitalaria, caso del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, con aportaciones de gran creatividad.

Quizá la música como ninguna otra de las artes puede estar presente de forma sostenida en la vida del ser humano. Más allá de la consolidación de la musicoterapia, un uso natural de la música es siempre una acción sencilla y posible. Y asociada a la música estaría la palabra y el silencio; la palabra pronunciada y escrita, la literatura y la poesía. Cuántas veces ante un otro en situación de dificultad o necesidad diríamos con Juan Ramón Jiménez: “intelijencia (sic) dame / el nombre exacto de las cosas”. Cuántas veces la palabra de otro saldrá en nuestro auxilio y sentiremos que expresa aquello que anhelamos. Y el silencio; el lugar de la sensibilidad plena. Ahora que se mira a oriente en la búsqueda de experiencias de silencio, cabe ir al encuentro también de la tradición occidental cristiana y romper el horror vacui que alcanza a familias y profesionales, a veces precisamente como ruidoso pacto de silencio sobre los temas esenciales. En el seno de la Orden Hospitalaria no está de más recuperar la reflexión sobre el silencio que realizara en su informe de final de mandato (1976 – 1982) el general Pierluigi Marchesi, publicado en la revista Archivo Hospitalario hace unos años (2019: 48, 49). Por otro lado, redescubrir la dimensión cultural del gusto y del tacto, explorar con nuevas yemas de los dedos el terreno de las texturas y el omnipresente –u omnireferido– mundo de las caricias, puede traer acciones concretas sustanciales. Un referente en la exploración de todas estas posibilidades y en la ejecución de muchas es el Unidad de Cuidados Paliativos San Camilo de Tres Cantos, Madrid.

También la expresión corporal, el teatro, y la danza, que como la música tiene una historia terapéutica tan larga como el hombre, escrita en parte en las figuras negras y rojas de la cerámica griega, sirven al cuidado humanizado. Ejemplo magnífico es el trabajo realizado por el grupo Garaye en el Centro San Juan de Dios de Valladolid, que buscó la evidencia científica a través de la formulación del proyecto de investigación “Arte, discapacidad y calidad de vida: impacto de una intervención basada en las artes escénicas”.

Por supuesto, la expresión plástica, incluso en momentos en que pudiera parecer aventurado hasta plantearlo, se revela como un recurso eficaz. El proyecto Proart, impulsado por la Fundación San Juan de Dios y desarrollado en la unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Santa Clotilde de Santander, en colaboración con la Fundación Venancio Blanco, ha reportado resultados extraordinariamente satisfactorios, conjugando acciones diversas. Partiendo de un trabajo previo con todos los actores implicados, mediante dinámicas de design thinking y trabajo colaborativo, se realizó una cuidada intervención arquitectónica en zonas de recepción y tránsito de pacientes y, muy especialmente, en la llamada “sala de malas noticias”, que incorporó propuestas de expresión a través de trabajos en papel y lazos con mensajes. Se ofrecieron a pacientes y familiares distintos talleres artísticos, así como la posibilidad de elegir obras artísticas que colocar en sus habitaciones (García, E., Exposito, A., Rodríguez, A., 2020)

05 | Conclusión: paraklesis

Aún dentro de instituciones religiosas, se buscan con frecuencia inspiración y modelos en áreas ajenas, despreciando en ocasiones la enorme capacidad poética de la teología. El teólogo español Manuel Gesteira (1991) resumía la acción de Christus medicus como un cuidado por paraklesis, que implica presencia personal, actitud dialogal y palabra sapiencial, luminosa y alentadora. Contiene los elementos nucleares de la humanización que se ansía y pudiera articular sus conceptos un modelo humanizador, sobre todo si se construye con el concurso de las artes.

[1] Cf. Plumed, C, (2010). Aportación innovadora de la Orden Hospitalaria a la Psicología del Arte. Archivo Hospitalario, nº 8, 287-344.

Bibliografía

Aalto, A. (1940), La humanización de la arquitectura. The technology Review, 14,15.

AAVV. (2023), Humanización de la arquitectura sanitaria. Una guía de diseño para el bienestar. PMMT. Madrid.

Chomsky, N. (1977), Reflexiones sobre el lenguaje. Editorial Sudamericana. Buenos Aires.

García, E., Exposito, A., Rodríguez, A., (2020), “Proart. Humanización de los cuidados paliativos a través del arte. Un proyecto de sanidad participativa”. 24 International Nursing Research Conference

Gesteira, M. (1991), “Christus medicus”. Jesús ante el problema del mal. Revista española de teología, 51, 253-300.

Huyghe, R. (1955), Dialogue avec le visible. Flammarion. París.

Huyghe, R. (1961), El arte y el alma. Flammarion. Paris.

Huyghe, R. (1977), El arte y el hombre. Planeta. Barcelona. 

Huyghe, R., Bazin, G. (1935), Histoire de l’art contemporain. Presses universitaire de France. Paris.   

Kandinsky, V. (1912), De lo espiritual en el arte. Múnich.

Marcel, G. (1971), El misterio del ser. Edhasa. Madrid.

Marchesi, P.L. (2019). Fragmentos de historia. Informe sobre un generalato, 1976 – 1982, Archivo Hospitalario, nº 17. 48,49.

Plumed, C. (2010). Aportación innovadora de la Orden Hospitalaria a la Psicología del Arte. Archivo Hospitalario, nº 8, 287-344.

Sanchez, R. (1997). La humanización del mundo y la deshumanización del arte. Revista cuatrimestral de humanidades. Nº.13. 137-145.

Von Balthasar, H. U. (1992), Gloria. Una estética teológica. Editorial Encuentro. Madrid.

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