Enero, febrero, marzo, abril – 01 | 2017
Esta Jornada, instituida por mi predecesor san Juan Pablo II, en 1992, y celebrada por primera vez precisamente en Lourdes el 11 de febrero de 1993, constituye una ocasión para prestar especial atención a la situación de los enfermos y de todos los que sufren en general; y, al mismo tiempo, es una llamada dirigida a los que se entregan en su favor, comenzando por sus familiares, los agentes sanitarios y voluntarios, para que den gracias por la vocación que el Señor les ha dado de acompañar a los hermanos enfermos.
Este año. Para la Campaña del Enfermo, nos hemos fijado en una llamada de atención que el Papa Francisco lanza en su reciente Encíclica Laudato Si, nn.20-21 donde hace ver que -al estar todo relacionado- la degradación del medio ambiente está produciendo muchas enfermedades y sufrimiento en los más débiles y pobres.
El obispo responsable de la Pastoral de la Salud, Mons. Jesús Fernández, expone en su ponencia su satisfacción por cómo surgen en todo el mundo iniciativas promoviendo la justicia ambiental, la solicitud hacia los pobres y el compromiso responsable de la sociedad.
En España, la Ley General de Salud Pública marca el referente sobre la salud ambiental y su papel en el ámbito de la salud. Con carácter general, enfoca la “Vigilancia en salud pública” como “recoger, analizar, interpretar y difundir información relacionada con el estado de la salud de la población y los factores que la condicionan”.
El autor nos invita, al comienzo de esta sencilla intervención, a reflexionar sobre una película, una novela y una anécdota, tres metáforas que propone a los lectores, en orden a situar los focos desde los que nos ofrece los apuntes bíblicos mencionados en el título.
Es innegable que el gran progreso tecno-científico ha contribuido a mejorar la vida, tanto la calidad como la cantidad, de muchas de las personas que viven en nuestro planeta.Sin embargo, esta revolución ha supuesto un deslumbramiento en la ciencia y lo que ella conlleva, que muchas veces dificulta un debate de fondo sobre los límites. El desarrollo tecno-científico supone una enorme mejora, pero también una amenaza.
No son pocos los que siguen preguntándose dentro de la Iglesia por las razones que motivaron la promulgación de Laudato si’, la primera encíclica “ecológica” en la historia de la Doctrina Social de la Iglesia. Aunque la pregunta va mucho más allá del ámbito católico y concierne a toda persona creyente en un Dios capaz de obrar por amor, intervenir en la historia y entregar -para su uso, no para su abuso- el regalo de la Creación.
El autor pretende transmitir en este artículo que el individualismo – a diferencia del egoísmo ético – no es un pecado sino un error antropológico. El individualismo es un juicio erróneo que anida en la mente más que en el corazón.