La gestación subrogada ha posibilitado en los últimos años algo inimaginable en la historia de la humanidad: tener un hijo sin necesidad de pareja, de expresión sexual del amor, sin siquiera un seno propio que lo acoja. Hoy todo parece tener un precio, también la paternidad, el uso del propio útero, incluso los hijos.
La gestación subrogada es una técnica de reproducción asistida que gana cada vez más adeptos en el mundo, bien que todavía está prohibida en muchos países. Teniendo en cuenta que los procesos de adopción son cada vez más largos y difíciles, las parejas, con obstáculos médicos difíciles de resolver para una gestación propia, recurren a esta técnica. Pero también, la aceptación de diferentes modelos de familia por parte de la sociedad, recurre a este método para conseguir un “hijo”.
Las técnicas de reproducción asistida permiten a una mujer gestar y entregar el hijo fruto de su gestación a otras personas que pasaran a ser los progenitores legales, y en algunos casos también los progenitores genéticos. La gestación subrogada entraña muchos dilemas éticos que deben ponderarse.
Es una constante del siglo XXI que los avances de la medicina nos hagan plantear nuevos interrogantes. La aparición de una nueva técnica suele ir acompañada de optimismo, de una visión de avance de la ciencia y de mejoras o soluciones a problemas no resueltos.
El don de la vida humana es uno de los valores mayores de la humanidad. Este bien tiene su concreción en el amor fecundo del matrimonio. La transmisión de la vida humana no es una acción exclusivamente técnica y científica: es una obra de humanidad. Ahora bien, la ciencia y la técnica médicas son saludadas con gozo cuando ayudan a la especie humana en la tarea de la reproducción.
La Iglesia debe servir siempre a los enfermos y a los que cuidan de ellos con renovado vigor, en fidelidad al mandato del Señor, siguiendo el ejemplo muy elocuente de su Fundador y Maestro. Este año, el tema de la Jornada del Enfermo se inspira en las palabras que Jesús, desde la cruz, dirige a su madre María y a Juan.