La gestación subrogada ha posibilitado en los últimos años algo inimaginable en la historia de la humanidad: tener un hijo sin necesidad de pareja, de expresión sexual del amor, sin siquiera un seno propio que lo acoja. Hoy todo parece tener un precio, también la paternidad, el uso del propio útero, incluso los hijos.
El don de la vida humana es uno de los valores mayores de la humanidad. Este bien tiene su concreción en el amor fecundo del matrimonio. La transmisión de la vida humana no es una acción exclusivamente técnica y científica: es una obra de humanidad. Ahora bien, la ciencia y la técnica médicas son saludadas con gozo cuando ayudan a la especie humana en la tarea de la reproducción.