Cuando la enfermedad se presenta sin llamar a nuestra puerta o a la de nuestros seres queridos, nos sentimos, a la vez, desamparados y vinculados de una manera nue va y aún más profunda. La enfermedad, aunque cierra muchas posibilidades, abre ciertos espa cios en los cuales es posible “sentir y gustar in ternamente” que somos hermanas y hermanos. La enfermedad, paradójicamente, puede vivirse como espacio de fraternidad.
La soledad 3.0 es la soledad del siglo XXI. Abarca no solo a las personas mayores sino también a los jóvenes, cuya soledad no está visibilizada, y a todos aquellos grupos sociales que muestran alguna vulnerabilidad.
La vulnerabilidad, como realidad que da que pensar, ha entrado en las ciencias sociales con una fuerza extraordinaria en los últimos años.