Marcos Castillo Jimena,
Médico de Familia. Distrito Sanitario Málaga-Guadalhorce. Málaga
«¿Cuál es la innovación más importante de los últimos años?», le preguntaron. Cuentan que Gregorio Marañón se quedó un momento pensativo y respondió: «La silla». «La silla que nos permite sentarnos al lado del paciente, escucharlo y explorarlo”
Así comienza un artículo publicado en El País en 1989 donde el autor expone los peligros de la fascinación tecnológica sobre la deshumanización de la práctica clínica. Ese artículo podría publicarse nuevamente sin cambiar prácticamente una coma mañana mismo, y nadie lo percibiría como obsoleto.
Este hecho puede interpretarse como que los profesionales sanitarios aún no hemos sabido integrar la tecnología de manera humanizada en la práctica habitual (todo sigue mal, no avanzamos), o que mientras exista tecnología en el campo de las ciencias de la salud, va a ser preciso reflexionar acerca de su encaje en el trato humanizado (todo sigue igual de complejo y así va a seguir siendo). Afortunadamente los avances científicos se van a seguir produciendo y será responsabilidad de los profesionales asistenciales y de los gestores que estos avances no mermen la capacidad de establecer relaciones clínicas de calidad.
Dada la importancia de la comunicación en cuanto a resultados en salud (disminución de ingresos hospitalarios y efectos adversos, mejoras en la calidad y esperanza de vida y disminución de costes sanitarios) y teniendo en cuenta que un profesional sanitario con actividad clínica puede establecer entre 200.000 y 350.000 contactos asistenciales a lo largo de su carrera profesional, resulta de una importancia capital invertir, en el sentido más amplio de la palabra, para mejorar la comunicación en salud como si se tratara de otra tecnología más.
En la actualidad, a pesar de haberse producido un importante cambio en los últimos años, la comunicación sigue teniendo un peso muy escaso en las facultades.
Un reciente estudio realizado en las facultades de medicina de España muestra que sólo en el 15% ofrece asignaturas específicas. En la mayoría de los casos la docencia de la comunicación se comparte con otras materias (psicología o bioética) o como parte transversal en otras asignaturas (fundamentalmente en prácticas o rotatorios finales).
Su evaluación es bastante desigual predominando los exámenes escritos o la incorporación de algún ítem en la evaluación de las prácticas. Solo en 3 Facultades la totalidad de los alumnos reciben un feedback personalizado en un ejercicio de role-playing.
En mi caso, médico de familia que finalizó los estudios universitarios en 2013 en la Universidad de Málaga, la formación en comunicación fue muy tangencial con alguna clase suelta y mayormente por observación durante las prácticas clínicas. En contadas ocasiones se hizo mención expresa a este aspecto.
Aprendí relación clínica donde aprendí a ser médico de familia, a medio metro de la silla de mi tutor. Aprendí con el mismo método que intento enseñar a mi residente y que es el mismo que usaban los maestros artesanos con sus aprendices: un continuo ejercicio de reflexión, corrección y práctica mientras se ejerce la profesión. Pero ojo, mi tutor introducía un matiz que en ocasiones se olvida y que cambia por completo la perspectiva. No se trata de hacer las cosas bien y que el residente vaya aprendiendo “el arte”. Nada más lejos de la realidad. La comunicación con el paciente tiene una técnica, una teoría y una ciencia que la sostienen, y es imprescindible conocerla para comunicar con éxito. Mi tutor se la conocía, y bien que se la conocía, e hizo que yo me la aprendiera.
Por supuesto que la comunicación no es la aplicación exacta de una serie de herramientas aprendidas de un libro. Nada es así en las ciencias de la salud, ninguna técnica se aprende así. Pero eso no quita que “aprender a hacer” incluya aprender los fundamentos. Y eso es aplicable a la comunicación, a la cirugía, a una técnica de enfermería, fisioterapia o psicología, la repostería, la carpintería o lo que se quiera. A partir de aquí se construye el aprendizaje sobre el terreno. Él progresivamente me dejó asumir conversaciones cada vez más complejas, para posteriormente analizar lo ocurrido (en ocasiones incluso usando videograbaciones).
En la mayoría de los casos eso consistía en analizarme a mí en lo ocurrido, lo cual fue lo más duro pero lo más efectivo. Y tras el análisis, puesta en práctica de lo aprendido. En ocasiones pasaba un día entero ensayando una sola técnica. Al fin de cuentas, cuando me explicó las espirometrías, estuve un mes informando todas las del centro. Pues con la comunicación lo mismo. Al igual que los conocimientos de la fisiología humana son necesarios para predecir las consecuencias que fármacos y enfermedades van a tener sobre el organismo, es preciso tener conocimientos sobre el ser humano en su sentido más amplio para predecir las consecuencias que las palabras y las enfermedades van a tener sobre él. Deduzco que por este motivo el primer libro que me invitó a leer fue uno de antropología (Jefes, Cabecillas y Abusones de Marvin Harris), y no sería el último.
Además, en el primer mes de residencia supo de mi componente religioso y buscó quien me pudiera enseñar mejor en ese campo. Así fue como, por una recomendación suya, acabé en PROSAC. Conocer a la persona en su amplitud, incluyendo a su entorno, fue fundamental para poder aplicar lo que aprendí de comunicación. De otra manera, hubieran sido otras herramientas más que, al igual que las tecnológicas, pueden deshumanizar el trato si no se aplican adecuadamente. Afortunadamente sigue existiendo un gran interés por la comunicación entre todos los tipos de profesionales de la salud y esto permite que exista un gran abanico de actividades formativas al respecto. Hay desde iniciativas muy ambiciosas como masters en comunicación para la salud, congresos multidisciplinares como el de Comunicación y Salud hasta otras más específicas como cursos online para la comunicación con el paciente pediátrico o pequeñas sesiones en congresos para mejorar la comunicación ante grandes grupos.
En la actualidad, existe un proyecto en el que tengo la suerte de colaborar (proyecto MULTIPAP), que intenta influir en un tema aparentemente tan biologicista como la calidad de la prescripción, mejorándola a través de la docencia de muchas disciplinas, entre las que se le da especial importancia a la comunicación.
De manera irremediable, la comunicación ha estado y estará siempre presente de aquellos que nos dediquemos a acompañar personas, sea en la salud, en la educación o en la fe. Estar preparados para ello se antoja una necesidad y sin duda un placer.
Sirva este texto para mostrar mi reconocimiento a quien cogió a un chaval con buenas dotes para hablar e hizo de él un buen comunicador.
Gracias.