Juan A. Diego Esquivias O.H.,
Superior. Centro Santa María de la Paz. Madrid.
Porque TODOS, absolutamente TODOS hemos pasado y vivido lo mismo, estoy convencido que, desde ahí, puede ser creíble todo lo relatado acerca de la vivencia de la Pandemia.
En Santa María de la Paz se podría decir que, fechas antes de la gran estampida vimos venir hacia nosotros como un gran Tsunami de temores, informaciones, intuiciones, etc… que nos llevaron a cerrar (literalmente) las puertas exteriores del Centro. Previsiones, cálculos de existencias de todo tipo; estrategias; decisiones…se fueron sucediendo ya con instrucciones y normativas según se fue desenmascarando nuestro gran y temido amigo Corona Virus.
Ciertamente tras estas intuiciones, a nivel personal el gran toque fue cuando el Equipo de Sanidad se personó en el Centro y tras un sondeo de tests nos llevaron a realizar de manera inmediata un aislamiento de 13 personas entre los que me encontraba por una serie de posibles contactos. Muchas cosas y personas quedaban en el aire…pero había que afrontar la realidad y….así fue. Salimos, tras unos días de oscuros silencios y distancias sospechosas, sin consecuencia alguna.
Con el tiempo y todo el desarrollo/evolución de la Pandemia hemos de decir que (entre las personas acogidas en el Centro) sólo hubo 4 casos de residentes infectados, enfermos y con una buena recuperación. Por el contrario, prácticamente, toda la plantilla laboral ha pasado la enfermedad e incluso, algunos, 2 y 3 veces…Personalmente he de decir que si lo he pasado ha sido asintomáticamente pues no he percibido nada absolutamente hasta el momento. También a nivel personal he dado muchas vueltas a esta cuestión de los contagios…Eran repetidas e insistentes las llamadas y preguntas acerca del temor de contagio por tratarse de la población que era…y resulta que, cada vez más, pienso que, precisamente, por haber vivido en situaciones muy duras de calle el organismo, aunque esté muy tocado, también elabora unas defensas que otros, rodeados de comodidades y cuidados no tenemos… ¡Ahí lo dejo…!
Hubo que replantear todo, absolutamente todo para re-organizarlo. Hasta las normas más sagradas tuvieron que vestirse con otros colores y tuvimos que tomar decisiones de cambio de organización.
Casi día a día, el Equipo Técnico y Comité de Dirección actualizábamos las normas y decisiones; se incrementaron las múltiples reuniones on line con muy diversos colectivos; algunos trabajadores (muy pocos) se pudieron acoger al trabajo a distancia. Incluso nuestro gran y valioso grupo de voluntariado (en aquel momento casi unas 80 personas) quedó mermado y representado en 3 personas….
Todo, todo, absolutamente todo nos hablaba de un gran cambio vivencial y, desde luego, siempre con temor.
Las mascarillas, hasta entonces casi ignoradas y ridiculizadas comenzaron a tener que ser nuestras compañeras diarias (hasta el momento de escribir este artículo conservamos esa norma dentro del Centro).
Muchas tardes y noches me asomaba desde nuestros muros hacia el exterior buscando con ansia restos, indicios de humanidad viviente pero sólo me contestaba un profundo silencio y un paisaje que casi hablaba de dolor, interrogantes y mucha muerte… (nuestros vecinos más próximos son los habitantes de la Residencia de Ancianos donde, en el mes de abril de 2020 murieron más de 90 ancianos).
Confieso que yo que soy muy poco deportista. Pues llegué a hacer en esa época un Maratón Virtual para recaudar fondos de ayuda a víctimas de Covid. 750 m tenemos de muro…así que sólo había que organizarse y dar vueltas y vueltas…hasta conseguir la marca propuesta…
En aquellos días recuerdo una explosión que sí nos contagió a todos…De repente fueron apareciendo tímidamente a distintas horas del día jóvenes, familias, asociaciones, empresarios….todos ellos en alguna medida afectados por las consecuencias económicas y/o sociales de las medidas restrictivas que se acercaban a nosotros con donaciones de todo tipo: fábrica de jabones artesanos, hoteles y restaurantes que en esos primeros días nos traían lo que tenían en sus despensas y cámaras frigoríficas, empresa de elaboración de ensaladas gourmet, jóvenes recogiendo dinero para hacer compras de alimentos, familias que al ir a la compra de paso se acercaban al albergue con parte de esa compra, las primeras mascarillas artesanas, las pantallas de diseño con plásticos de carpetas, etc… Todo ello provocó en no pocas ocasiones emociones y lágrimas en distintas horas del día proclamando que, junto al contagio del virus y muy en paralelo estaba el otro virus; el de la solidaridad y el pensar en los más desfavorecidos en esas situaciones nuevas para todos. Algún chaval, de noche me llegó a confesar que “cuando dijeron que todos teníamos que quedarnos encerrados en nuestras casas, pensó ¿y los que no tienen casa? ”…
En el día a día del Centro durante el estado de encerramiento hubo que inventar diversas dinámicas: desde convocar certámenes de relatos escritos acerca del virus que titulamos: “Escribimos lo que vivimos, vivimos lo que escribimos” para escribir lo que podría ser nuestro Testamento; recordar por escrito las cuestiones más sobresalientes de nuestra historia personal, dejar constancia por escrito para la posteridad de algo por lo que nos gustaría ser recordados, etc….
Aumentaron las tareas, desde el Centro, pensando en todos: Equipos de limpieza de tiradores de puerta y barandillas, recogida de cartones, reposición de distribuidores de hidrogel, separación de asientos comunes, cambio de horarios en comidas, distribución para el comedor en dos grupos para estar más separados en las mesas…
Recuerdo que, cuando se fueron levantando las medidas de confinamiento y se nos fueron concediendo unas horas concretas para circular por la calle, personalmente, esperaba como un niño las 22.00 horas para salir escopetado por el barrio y, todos los días, encontrarme con las mismas personas en las mismas direcciones (como autómatas) para cumplir y disfrutar esa hora de liberación… Todavía hoy me resulta grotesco.
La ubicación de nuestro Centro en el barrio facilita que, con un gran desnivel del terreno, las viviendas posteriores al edificio puedan ver en perspectiva toda la superficie de la casa. Muchas noches pensaba: ellos son los ricos…tienen gimnasios, que no pueden utilizar; jardines infantiles que tampoco pueden utilizar y nosotros somos los pobres…que no paramos de dar vueltas por nuestro amplio, hermoso y florido jardín nos van a denunciar¡¡¡¡
En fin, son infinidad de experiencias: charlas nocturnas de trascendencia, solidaridad entre todos; calmar crisis de ansiedad y trastornos de todo tipo; establecer desde trabajo social una cadena de compra, traslado y distribución del oro esperado por todos: el tabaco… con todo lo que éste moviliza….
En todo momento, por otra parte, quisiera destacar la gran respuesta de todos los trabajadores para empujar la maquinaria del día a día. Asimismo, todas las personas que nos atendieron sanitariamente han sido cercanas, rápidas y facilitadoras. No así toda la maquinaria de burocracia oficial que casi por horas nos llenaba de correos modificando todas las normativas que acababan de llegar y superponiéndose con otras nuevas que ya llegaban a nuestras bandejas de correo. Muchos días era imposible combinar la actividad del día a día con la lectura, procesamiento y traducción de normas a nuestra realidad….
Gran experiencia humana de soledad, lejanía, solidaridad, interrogantes, respuestas, miradas, sorpresas, temores…que llegaron a su culmen con nuestra recordada Filomena: la gran nevada de aquel viernes que comenzaba pintoresca y agradable terminaba en una enorme pesadilla que, de nuevo, provocó nuestra reacción solidaria entre todos abriendo caminos de distribución necesarios en la casa, así como reparto de palas y esfuerzos denodados de todos.
Parece ser una vez más que se confirma que, en las dificultades el ser humano se crece…Esta ha sido mi/nuestra experiencia que, aun hoy, sigue marcando un antes y un después de tal forma que, al relatar, recordar o querer subrayar algo queda la expresión ¿antes o después de la pandemia?
Por todo ello sigo manteniendo y proclamando sin cansarme: ¡Estamos Vivos!