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experiencias | Num.334 | 06/7
Experiencia en la Clínica Nuestra Señora de la Paz.

Roberto Izquierdo García
Coordinador de Enfermería. Clínica Nuestra Señora de La Paz. Madrid.

En la Clínica Nuestra Señora de la Paz las cosas no han ido del todo mal. O por lo menos, eso es lo que se me viene a la cabeza, si echo la vista atrás, analizando todo lo sucedido.

En los comienzos de la pandemia, puntualmente, tuvimos ingresados algunos pacientes con Covid-19, pero nuestra principal función fue la de colaborar con la Dirección General de Salud Pública de la Comunidad de Madrid. La Clínica se convirtió en la unidad de ingreso de las áreas de psiquiatría del Hospital Universitario Príncipe de Asturias de Alcalá de Henares y del Hospital Universitario La Princesa. Esta colaboración, permitió a estos hospitales, disponer de más espacio en sus instalaciones para poder atender los casos más graves de infección por Covid-19.

Además, continuamos siendo la Unidad de referencia de Psiquiatría para las urgencias y el ingreso psiquiátrico del Hospital Universitario de Torrejón de Ardoz. Nuestra Unidad de Atención Infantojuvenil continuó su actividad y para paliar el distanciamiento de nuestros pacientes con sus familiares, se hicieron video llamadas diarias para que, los pacientes ingresados, pudieran seguir conectados con sus familiares. Todo ello, sin dejar de atender las consultas, las unidades de adicciones y nuestros centros de día de una forma constante e individual de forma telefónica y telemática.

La Clínica Nuestra Señora de la Paz también colaboró con la cesión de equipos, como es el caso, de la cesión de nuestro respirador al Hospital Clínico San Carlos.

Escrito así de resumido, parece que fue todo algo muy sencillo, pero no, sencillo no hubo nada. Coordinar los diferentes equipos de la Cínica; gestionar las plantillas; buscar personal para suplir las bajas del personal que enfermaba; reforzar los turnos en los momentos más críticos; gestionar de la manera más adecuada posible el escaso material de protección que en los primeros momentos teníamos.

No miento si digo que había momentos en los que el cuerpo me pedía salir corriendo. En varias ocasiones lo pensé. Pensé que hasta aquí había llegado, que no podía con una situación de caos de tal calibre. Cuando las dudas me asaltaban me paraba a mirar al resto de compañeros. Veía su miedo, como el mío, como el que teníamos todos ante lo desconocido. Veía su preocupación por los familiares y seres queridos, igual que la que sentía yo. Pero también veía en ellos su implicación, su dedicación. Veía que no bajaban los brazos, que asumían el reto que se nos venía encima y ante el que necesitaban una referencia para seguir, para salir adelante. De ahí saqué las fuerzas. Del trabajo diario con nuestros pacientes, de su dedicación para ellos, del entusiasmo por salir de este reto. De ahí saqué personalmente las fuerzas necesarias para poner mi granito de arena en que todo fuera saliendo bien.

Fueron momentos muy duros para el país y en especial para los enfermos, sus familiares y los profesionales sanitarios. A lo largo de toda la pandemia, en la Clínica hemos sufrido todas las olas, teniendo a varios compañeros que cayeron enfermos. Dar las gracias a todos los profesionales que siguen dando la batalla día a día, darles las gracias por su entrega, dedicación y disponibilidad. Gracias de corazón a todos los que se ofrecen, los que quieren ayudar, los que suman. Con esa actitud hacéis que las cosas sean más fáciles. Todos los equipos multiprofesionales de la Clínica han trabajado de forma excepcional, conscientes del momento crucial que estamos viviendo, conscientes de que este virus lo paramos unidos, concienciados de que la Hospitalidad es invencible. Es el momento de llevar la Hospitalidad a su máxima expresión porque la sociedad nos necesita.

A veces he tenido la sensación de estar viviendo una película. Parece que lo que nos está pasando es un sueño. Tengo la sensación de que de un momento a otro esta pesadilla pasará y volveremos a la “vida normal”, la vida que veníamos disfrutando con anterioridad a este virus.   Pero no, ni es un sueño, ni una película catastrofista. Es real, muy real todo lo que nos está pasando.

Este virus nos ha golpeado a todos. Recordar desde aquí a los que por esta enfermedad nos han dejado. Recordar también a sus familiares que, en muchos casos, no han podido despedirse como querían de sus seres queridos. Siendo esta una situación especialmente anormal, ya que nadie antes se había enfrentado a una cosa así, se pueden sacar muchas cosas positivas.

Destacar el compromiso de todos los miembros de la familia hospitalaria que no han escatimado esfuerzos a la hora de arrimar el hombro y ayudar. Destacar la unidad que ha mantenido todo equipo adaptándose a las situaciones, según iban viniendo, y trabajando en equipo más que nunca. La madurez que han demostrado todos los profesionales de la clínica, dando un paso adelante, sabedores de que este era su momento. El sacrificio que han hecho en esfuerzos, turnos ofreciéndose para facilitar las cosas en las dificultades. No puedo estar más orgulloso de todos ellos. Me faltan palabras para darles las gracias a todos.

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