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04 | Num.333
La construcción de la competencia ético-social en la infancia y juventud:
claves y orientaciones pedagógicas

César García-Rincón de Castro,
Doctor en Sociología, sociólogo y trabajador social.
Experto en educación prosocial y valores humanos.
www.cesargarciarincon.com 

El autor define las competencias como constructos pedagógicos formados por tres dimensiones o componentes esenciales: los conocimientos (SABER), las capacidades (SABER HACER) y las actitudes y valores (SABER SER). Sin embargo, todavía camino por recorrer en el sentido de definir e identificar una competencia ético-social, a juicio del autor, falta diseñar esta competencia y transferir su aprendizaje a todos los espacios educativos, sean formales o no formales.
Expone una primera propuesta de dimensiones o descriptores de la competencia ética que, a su vez y para poderlas enseñar o educar, hay que descomponerlas en indicadores competenciales o comportamientos observables y evaluables. Así cada indicador estará ligado a su vez por las tres dimensiones claves: conocimientos, capacidades y valores. Para trabajar estos indicadores y dimensiones, García-Rincón propone metodologías participativas, creativas y dinámicas con dos ejemplos.
Palabras clave: competencia, valores, ética.
This paper defines competences as pedagogical constructs formed by three essential dimensions or components: knowledge (KNOWING), capacities (KNOWING HOW TO DO), and attitudes and values (KNOWING HOW TO BE). Nevertheless, there is still some way to go with respect to defining and identifying an ethical-social competence, according to the author, and this competence remains to be designed and its learning transferred to all the formal and non-formal educational spaces.
A preliminary proposal is presented of dimensions or descriptors of ethical competence, which in order to be taught or to be used to educate, should in turn be broken down into competence indicators or observable and evaluable behaviours. In this way, each indicator will come to be linked to three key dimensions: knowledge, capacities, and values. In order to be able to work with these indicators and dimensions, García-Rincón proposes participatory, creative and dynamic methodologies with two examples.
Keywords: competence, values, ethics.

01 | En la era de las competencias educativas hablemos de competencia ética.

Las competencias educativas han venido para quedarse, prácticamente ya están presentes en todos los sistemas educativos del mundo. En este aspecto los educadores y educadoras de todo el mundo ya hablan un lenguaje común, y esto es un gran avance. Justo antes de la pandemia por COVID 19 estuve en República Dominicana dando una conferencia sobre Aprendizaje Servicio en clave competencial, y ciertamente cuando leí el currículo del MINERD (Ministerio de Educación de la República Dominicana) y su articulación competencial, fue muy sencillo hacerlo seleccionando ejemplos de indicadores competenciales de dicho currículo. En España nos basamos en el Marco Europeo Competencial, cambian aspectos de las Leyes Educativas, pero la esencia competencial no cambia: quien aprende a programar y educar por competencias, puede hacerlo desde cualquier currículo competencial y en cualquier contexto educativo sin problema.

Las competencias son constructos pedagógicos formados por tres dimensiones o componentes esenciales: los conocimientos (SABER), las capacidades (SABER HACER) y las actitudes y valores (SABER SER). Un buen deportista, por ejemplo, sabe de su deporte, se desempeña bien el mismo (porque ha entrenado bien) y tiene una actitud humana, respetuosa y prosocial en la cancha y en la vida, una buena actitud. Las tres dimensiones son igualmente importantes. Por tanto, podemos hablar de la competencia ética como SABER acerca del bien y del buen vivir, desempeñarse como tal en múltiples aspectos y situaciones de la vida social y personal guiados por normas y reglas fruto del consenso social (SABER HACER) y también orientados por principios y valores personales asumidos como algo constitutivo de la propia identidad y personalidad (SABER SER).

Hay todavía camino por recorrer en el sentido de definir e identificar una competencia ético-social. Conocimientos y orientaciones sobre el tema no faltan, hay autores y autoras mucho más preparados y expertos que yo, como Victoria Camps o Fernando Savater. Pero lo que falta, a mi juicio, es diseñarla y transferir su aprendizaje a todos los espacios educativos, formales y no formales. Razones de urgencia tampoco faltan, a tenor de lo que vemos cada día, y lo más reciente y sangrante son los casos que estamos conociendo de personas que se han lucrado aprovechando la pandemia por COVID 19. Por mi parte, ya comencé con una primera propuesta de cinco dimensiones o descriptores de la competencia ética en torno al liderazgo ético (García-Rincón, 2021)[1], que son también extrapolables a la educación de toda competencia ética, y que desglosaré más concretamente (y amigablemente también) en el punto siguiente:

  1. Empatía-Universalismo: es la capacidad para ponernos en la situación del otro, en su lugar, haciendo reflexiones como “si yo fuera esa persona, ante este problema o decisión me sentiría…”. Es no sólo obvio, sino que está demostrado empíricamente que las personas con altos niveles de empatía defraudan mucho menos a Hacienda (estudio citado por Goleman en su “Inteligencia Emocional”), engañan menos y generalmente tienen en cuenta los problemas y necesidades de los más débiles o desprotegidos en las decisiones que toman. La toma de conciencia y apertura al otro, nos lleva necesariamente a una orientación universalista versus particularista, nos saca del etnocentrismo y del pensamiento de rotación hacia el pensamiento de traslación intersubjetiva e intercultural. Esta dimensión es clave máxime en un mundo global e interdependiente. 
  2. Asertividad-Autocontrol: es la capacidad de defender los propios valores y criterios ante los demás, con valentía, autonomía personal y seguridad, venciendo incluso las presiones del grupo contrarias al propio criterio o decisión. Las personas con integridad ética tienen que ser asertivas y con gran capacidad de autocontrol para no dejarse llevar por presiones, prebendas y regalos, y defender siempre la ética o denunciar el comportamiento no ético, incluso de sus superiores o de su propia organización, si creen que deben hacerlo por el bien del conjunto. El autocontrol es la capacidad de demorar las propias gratificaciones por un objetivo mayor, más urgente o más importante que el propio beneficio inmediato, que puede esperar.
  3. Compromiso-Responsabilidad: el compromiso va ineludiblemente unido a los contratos sociales de todo tipo, compromiso con unas reglas, unos valores, unas normas. Está alimentado por una motivación positiva y auténtica, que actúa como sostén del compromiso cuando éste tiene momentos de debilidad, o deseos de abandonar. El compromiso implica equilibrar en todo momento los derechos con los deberes de los contratos, tanto los formalizados por escrito como los tácitos y emocionales establecidos según la costumbre, el sentido común o lo que es bueno y conveniente en una situación determinada. La responsabilidad implica “responder” del propio comportamiento ante los demás, responder de los pactos y compromisos adquiridos. Esta dimensión supone el anclaje psicosocial de los derechos y deberes, para evitar que su equilibro se rompa.
  4. Prosocialidad-Servicio: la prosocialidad se entiende como una actitud positiva ante los problemas y necesidades de los demás, como un servicio privado o público con vocación u orientación altruista. Toda tarea social, dentro de un equipo o comunidad, es en realidad un “servicio a los demás” antes que un servicio a uno mismo. La solidaridad entendida como vocación de servicio al otro es una actitud básica que implica pensar, sentir y hacer con los otros más necesitados, tanto a nivel local y cercano, como a nivel global, implica tomar conciencia de los efectos globales de mis decisiones locales a nivel social y ecológico.
  5. Discernimiento-Reflexividad: vivimos en una época donde cada vez es más difícil encontrar momentos, espacios y ejercicios de reflexividad: no tenemos tiempo o, mejor dicho, no reservamos tiempo para ello. El discernimiento es producto de procesos mentales de instrospección, autoconocimiento, que incluye tanto la toma de conciencia de las propias emociones y sentimientos, como los diferentes puntos de vista y pensamientos. En realidad, está alimentado por competencias cognitivas clave como el pensamiento causal (¿por qué?), el pensamiento consecuencial (¿qué puede pasar?), el pensamiento crítico (¿esto es toda la verdad?) y el pensamiento proyectivo-alternativo (¿cómo y para qué?).

¿Cómo educar estas dimensiones? Bien, sean estas u otras parecidas a estas, la forma de hacerlo es descomponerlas en sus partes más pequeñas, llamadas indicadores competenciales o comportamientos observables y evaluables. Y cada indicador esta trenzado a su vez por las tres dimensiones claves: conocimientos, capacidades y valores. Esto es importante, porque cuando evaluamos el comportamiento poco ético de un joven, debemos preguntarnos si es porque ¿no sabe? (no conoce), ¿no es capaz? (no ha practicado) o ¿no quiere? (tiene una actitud contraria o negativa), o una mezcla de las tres cosas. En el apartado siguiente, hago una propuesta de segundo nivel de lo dicho aquí, ya que están contempladas las cinco dimensiones, a modo de principios éticos de aprendizaje educables desde sus comportamientos.

02 | Principios y comportamientos en torno al aprendizaje de la competencia básica.

Esta ha sido la propuesta que he realizado en una publicación reciente en los Cuadernos de Ética en Clave Cotidiana de FUNDERETICA, llamada “Ética Social para Niñas y Niños” y que resumo y comparto aquí. Ahora bien, estos principios y orientaciones, junto con sus pautas e indicadores, por sí solos no tienen fuerza suficiente, si no los insertamos en procesos educativos (proyectos, programaciones, unidades, etc.) más amplios y compartidos entre varios agentes de socialización (escuela, familia, grupo, asociación, etc.).

¿De dónde salen los 15 principios éticos de este cuaderno? Todos ellos están basados en teorías y fundamentos clave del desarrollo y la educación moral, como la autonomía personal, la capacidad de demorar las gratificaciones, la justicia distributiva, la justicia de los intercambios y la justicia social, procurar el mayor bien y el menor mal de todos, las virtudes y valores sociales, la prevención de riesgos y problemas, la denuncia de situaciones injustas, la conciencia de las consecuencias de las propias decisiones, la empatía como fundamento de la ética, la igualdad inclusiva e interculturalidad, el respeto de normas y derechos esenciales, etc. Cuestiones que se engloban todas ellas en el marco de las cinco dimensiones del apartado anterior.

Mi propuesta, entonces, está basada en principios éticos formulados para los niños y niñas en primera persona y en presente, todos comienzan por “Aprendo a…”, y es bueno además compartirlos con ellos, en cada una de las sesiones o unidades didácticas. Son los siguientes:

  1. Aprendo a renunciar y ser responsable. Aprendo a renunciar o privarme de algo que quiero ahora por ayudar a otros a atender sus necesidades o demandas, o por conseguir objetivos de crecimiento y desarrollo. 
  1. Aprendo a ser coherente y decir lo que pienso. Aprendo a opinar y actuar de modo distinto a la opinión mayoritaria de un grupo cuando considero que no están en lo cierto o no es justo lo que dicen y/o hacen.
  1. Aprendo a valorar positivamente a los demás. Aprendo a valorar positivamente los éxitos y las cualidades de mis compañeros/as y en general de toda persona, alegrándome por ello en lugar de sentir envidia.
  1. Aprendo a elegir lo mejor para todos. Aprendo a elegir, apoyar y defender la opción más justa, mejor o menos mala si procura el mayor bien para el mayor número de personas.
  1. Aprendo a prevenir peligros y riesgos en los demás. Aprendo a prevenir y alertar a otros de posibles peligros y consecuencias negativas de sus acciones que yo conozco o he experimentado personalmente.
  1. Aprendo a regalar y obsequiar desinteresadamente. Aprendo a regalar y hacer obsequios a los demás como expresión de una sana gratuidad y sin buscar la utilización de los mismos para el beneficio personal o manipulación del otro.
  1. Aprendo a denunciar situaciones injustas. Aprendo a denunciar situaciones injustas que no reconocen o ponen en peligro los derechos y libertades fundamentales de las personas.
  1. Aprendo a no utilizar a los demás como medio. Aprendo a no utilizar a los demás como medios para conseguir beneficios o fines personales, sin importarme sus necesidades o incluso los perjuicios que ello pueda causarles. 
  1. Aprendo a no aprovechar la desventaja ajena. Aprendo a no aprovecharme de una situación o una persona, aunque pueda hacerlo, si considero que no es justo o que la otra persona está en posición de inferioridad.
  1. Aprendo a valorar consecuencias de mis decisiones. Aprendo a tomar conciencia y tener en cuenta las consecuencias que mis actos pueden causar en otros, en el justo reparto de los bienes o en el medio ambiente.
  1. Aprendo a ponerme en el lugar de los demás. Aprendo a salir de mi perspectiva y mi forma de ver la vida para ponerme en la perspectiva y las coordenadas sociales de otros, con el fin de comprenderles mejor desde lo que piensan, sienten y hacen.
  1. Aprendo a respetar las reglas y normas. Aprendo a respetar y cumplir las reglas de los juegos, así como las normas que facilitan la buena convivencia, el desarrollo de las personas y el reparto justo de los bienes y servicios.
  1. Aprendo a respetar diferencias culturales. Aprendo a respetar las diferencias culturales y de modos de vida y organización social, dentro del Marco de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
  1. Aprendo a dar lo mejor de mi persona. Aprendo a dar lo mejor de mi persona, a esforzarme en ser mejor cada día poniendo mis talentos y mis cualidades al servicio de los demás y del bien común.
  1. Aprendo a establecer relaciones de igualdad. Aprendo a establecer relaciones de igualdad y camaradería entre hombres y mujeres, siendo embajador/a de una cultura del respeto y la buena relación entre los sexos.

El cuaderno práctico para padres y educadores “Ética Social para Niñas y Niños” que puede descargarse en PDF gratuitamente desde la web de FUNDERETICA[2] o comprarse en formato libro en la Editorial Perpetuo Socorro contiene a partir de la formulación de cada principio una breve explicación o fundamentación del mismo (SABER) un listado de indicadores o comportamientos clave que lo describen (SABER HACER), para que sirvan como pautas de programación o exhortaciones paternas y un dilema moral sobre cada principio para trabajarlo con los niños y niñas desde una ética discursiva, con unas preguntas reflexivas (SABER SER).

03 | Las metodologías de enseñanza y aprendizaje también son importantes: un par de ejemplos para animarnos a hacer algo ya.

La educación de la competencia ética no tiene por qué ser algo instructivo y abstracto, es más, la charla y el sermón funcionan poco aquí. Personalmente, me inclino por trabajar los indicadores y dimensiones anteriores con metodologías participativas, creativas y dinámicas. Como ejemplo comparto aquí dos dinámicas mías que, desde la experiencia personal y de otros educadores que las utilizan habitualmente, tienen bastante potencial para despertar y construir lo ético social en niños y jóvenes. Las tres pertenecen a una publicación mía que contiene 150 dinámicas e ideas para educar en valores (García-Rincón, 2020)[3]. Si hemos leído con atención los dos apartados previos, fácilmente descubriremos cómo estas dinámicas contienen y promueven el aprendizaje de varios principios y dimensiones de la competencia ética.

La pulsera “Todos Incluidos”.

Me gusta mucho esta metáfora porque pone en plural la conocida pulsera todo incluido de los resorts, donde se fomenta el consumo desmedido e individualista, y de ese modo cambia totalmente el concepto: del todo incluido individualista pasamos al todos incluidos colectivista, que nos sugiere e invita a compartir, a integrar a todos y todas, incluso a buscar un consumo más solidario y sostenible.

La idea de la metáfora es diseñar la pulsera con un manual de instrucciones para ser una persona inclusiva, es decir, que la persona que se pone la pulsera, se compromete a comportarse conforme a esos valores y principios de acción que hemos dado a la pulsera. Podemos aprovechar la época navideña o cualquier otra ocasión celebrativa o de encuentro para regalarnos unas sencillas pulseras que tengan este significado, o incluso hacerlas nosotros mismos. Pero diremos que son unas pulseras muy especiales, son pulseras “todos incluidos”, y quien se la pone se compromete a ser y actuar de forma inclusiva.

Pero, ¿Qué es actuar de forma inclusiva hoy? Este sería el manual de instrucciones de nuestra pulsera todos incluidos: distribuidos por equipos, cada cual elabora su manual de instrucciones y su prototipo de diseño de pulsera, y al final, en la puesta en común, acordamos un manual compartido, para llevarlo a nuestra vida en adelante. También acordamos un diseño de pulsera, o bien utilizamos varios diseños, pero con un mismo fin: la inclusividad en la diversidad.

La bandeja del servicio.

El servicio a los demás constituye uno de los pilares básicos de nuestra identidad personal y también social: cualquier rol social o profesional se puede poner en clave de servicio a los demás o en clave de servicio a intereses particulares. Tiene el servicio, por tanto, una importante dimensión ética, de elección y orientación personal y vocacional.

El servicio aporta sentido a nuestra vida, es una excelente forma de vinculación con el mundo y con los otros, por no decir la única realmente sabia y eficaz, y es fuente de auténtica felicidad: genera relaciones humanas valiosas y duraderas. Nos encontramos en el servicio: si quieres conocer a alguien realmente interesante para compartir vida, búscalo en un proyecto de servicio a los demás. Si quieres conocerte más a ti mismo/a: búscate en el servicio.

Para hacer esta dinámica necesitamos una bandeja redonda de servir (tipo camarero) que simbolizará estar al servicio de los demás, ponerse al servicio de otros, poner nuestras cualidades y talentos en bandeja para otros.

La podemos utilizar en un primer momento para presentarnos si todavía no lo hemos hecho, o bien para presentarnos de otro modo. Utilizaremos esta fórmula mientras nos vamos pasando la bandeja unos a otros: “Me llamo … y sirvo para …”, de modo que cada cual irá aportando una cualidad o habilidad especial al grupo. No es necesario que sean grandes habilidades, todo aporta en el servicio: “Me llamo Alicia y sirvo para escuchar”, “Me llamo Pedro y sirvo para alegrar”, “Me llamo Teresa y sirvo para organizar”, etc. Al tiempo que lo decimos podemos incluso haberlo escrito en una tarjeta previamente e ir depositando las tarjetas en la bandeja del servicio, que al final simbolizará todo aquello que podemos poner al servicio de los demás, del grupo, familia o equipo.

También podemos hacer una bandeja de talentos que aportamos al proyecto que tenemos en común: ¿Cuáles son nuestros talentos como equipo y de qué modo los ponemos al servicio del mismo? Nuestros talentos, dones y cualidades tienen sentido y valor cuando se ponen al servicio de los demás, y no sólo al servicio de uno mismo: no es lo mismo servir a los demás que servirse de los demás para los propios fines.

Es importante plantearnos tres preguntas desde la bandeja del servicio, para guiar la reflexión en torno a la misma:

  1. ¿Para qué servimos? Todo servicio tiene un objetivo o finalidad, y es importante identificarlo. El servicio suele estar alineado con una misión y unos valores.
  2. ¿A quién servimos en realidad? Es importante clarificar al servicio de quién estamos, porque no es lo mismo estar al servicio de los poderosos que estar al servicio de los más desfavorecidos. También podemos añadir la pregunta ¿A quién no servimos que podríamos servir?
  3. ¿Cómo servimos? Los buenos camareros y camareras están atentos a los clientes, son ágiles, amables, escuchan antes tus necesidades, trabajan en equipo. No se puede servir de cualquier manera, y por ello debemos plantearnos si nuestro servicio precisa de unas capacidades y competencias para que sea un servicio de calidad humana y técnica. También es importante aprovechar para dar la vuelta a la pregunta aquí: ¿cómo tratamos a los que nos sirven?

Notas

[1] García-Rincón, C. (2021). La buena dirección. El liderazgo al servicio de las personas y de la sociedad. Madrid, Prosocialia – Amazon Independently Published.

[2] García-Rincón, C. (2021). Ética Social para Niñas y Niños. Guía práctica para padres y educadores. Funderetica y Editorial Perpetuo Socorro. Descargable aquí: https://funderetica.org/wp-content/uploads/ceec16.pdf o buscando en www.funderetica.org. También puede adquirirse en formato libro en www.pseditorial.com

[3] García-Rincón, C. (2020). Cocinando Aprendizajes. 150 recetas prácticas para educar en valores. Madrid, Amazon Independently Published (disponible en E-book y tapa blanda).

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