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01 | Num.332
La misericordia,
regalo de Dios al ser humano

Francesc Ramis Darder
Miembro de la Asociación Bíblica Española
Profesor de Antiguo Testamento en el Centro de Estudios Teológicos de Mallorca 

El tema a desarrollar es el de este título: Misericordia, regalo de Dios al ser humano. Para empezar, el autor pone la mirada en la persona de Dios, tal como figura en el Antiguo Testamento. Para hablar de Dios en el Antiguo Testamento, hay ciertamente muchas formas de hacerlo. Pero hay una que es especialmente interesante, que es intentar discernir lo que significa su nombre. Hay que pensar que, en la Sagrada Escritura, el nombre de una persona, indica su identidad, su forma de ser, su profundidad.
Cuando se pronuncia o se dice el nombre de Dios, también se habla de su identidad. En el Antiguo Testamento Dios tiene muchos nombres para llamarse Yahvé o Elohim, o El Shaddai, o Él o el Señor. De todos los nombres de Dios que hay, el autor elige uno que, para él tal vez sea el que de forma más bella explique la identidad de Dios. Es el término Yahvé. Y nos recuera que la pronunciación correcta en lengua antigua es Yahvé, nunca es Jehová. Jehová es un artificio literario.
 
Palabras clave: Dios, misericordia, humano, sufrimiento
The subject of this paper, as indicated by its title, is Mercy, a gift of God to human beings. The author begins by considering the figure of God as He appears in the Old Testament. There are certainly many ways of speaking about God there, but one is of particular interest, consisting in the attempt to discern the meaning of His name. It should be recalled that, in the Holy Scriptures, the name of a person indicates his identity, his way of being, and his depth.
When the name of God is pronounced or spoken, one speaks of His identity as well. In the Old Testament, there are many names by which God may be called: Yahweh, Elohim, El Shaddai, El, or the Lord. Of all the names that exist for God, the author chooses one that he feels is perhaps the name that most beautifully explains God’s identity. This is the term Yahweh, and he points out that the correct pronunciation in ancient language is precisely “Yahweh” and in no case “Jehovah”, the latter being a literary device.
 
Keywords: God, mercy, human, suffering.
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El texto está extraído y sintetizado, en los puntos esenciales, de la conferencia del autor.

01 | ¿Quién es Dios? ¿Quién es Yahvé?

¿Qué significa la palabra Yahvé? Mirad, sabéis que cada país, cada cultura, tiene un idioma que expresa su identidad. Una lengua no es únicamente una forma de comunicarse, aunque es una manera de expresar la identidad de un pueblo. Sabéis muy bien que el pueblo hebreo era un pueblo en la antigüedad nómada. ¿Qué le pasa a un pueblo nómada? Como sabemos, es un pueblo que constantemente se mueve, se desplaza de un lugar a otro.

Pero como es un pueblo que se desplaza de un lugar a otro, el lenguaje que él tiene, la lengua que él tiene, está confeccionada con palabras, con términos que indican el movimiento, que indican el desplazamiento. Y en la lengua, el idioma, las palabras que señalan el desplazamiento o el movimiento son los verbos ir, caminar, vencer, avanzar. Los verbos indican movimiento. Por tanto, la palabra Yahvé hunde su raíz en un verbo hebreo.

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Y este verbo hebreo, ¿qué significa? Sabéis también que en la lengua hebrea hay muchas conjugaciones distintas. En lengua española tenemos la voz activa y la voz pasiva. Lo puedo decir este cuaderno, lo puedo decir te doy este cuaderno en voz activa o te puedo decir este cuaderno te es dado a ti por mí, en voz pasiva. En español contamos con dos formas: activa y pasiva, pero en lengua hebrea, como en general, en cualquier lengua oriental, contamos con diferentes voces, además de activa y pasiva, hay otras muchas voces.

Y aplicándolas, estas voces, ¿qué significa la palabra Yahvé? Para explicarlo he decidido en castellano, un pequeño circunloquio, pero que es bonito, es este y significa: yo soy aquel que hace que tú seas lo que haces. ¿Quién es Dios? ¿Quién es Yahvé? Aquel que hace que Israel y cada persona llegue a ser lo que ha de ser. Y en la Biblia, el ser humano, ¿qué es lo que ha de ser? Nos lo cuenta el Génesis en el capítulo primero, el verso 29, donde dice Dios: hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza. Por tanto, ¿quién es Dios? Es aquel que modela, que trabaja nuestra vida para que podamos llegar a ser lo que hemos de ser: imagen y semejanza de Dios, testigos del Señor. Pero ahora viene una cosa importante. Esa tarea que Dios hace en todos nosotros, en Israel entero. ¿Cómo lo hace? ¿Dios cómo nos modela? Según la Biblia, Dios no lo hace a puñetazos ni a golpes, lo hace de otra manera. ¿Y eso cómo podemos verlo? Profundizando un poco en la palabra Yahvé.

Decía antes que, en las lenguas antiguas, las palabras adquieren muchos más significados que en las nuestras, por decirlo de una manera: sentidas. La palabra hebrea Yahvé, es tan bonita: yo soy aquel que hace que tú seas lo que has de ser. O sea, que seas imagen y semejanza de Dios puede parangonarse con una palabra árabe. El árabe es complicado y de árabe hay diferentes formas: está el árabe del Corán, el árabe clásico; luego está el árabe que se habla coloquialmente llamado árabe dialectal. El árabe dialectal, el que se habla coloquialmente una palabra muy semejante a Yahvé significa amar apasionadamente. Mirad, en Palestina Antigua se hacía observar lo siguiente: se observaba que por la tarde los matrimonios con sus hijos volvían de trabajar en el campo, ¿cómo volvían? Habitualmente, el varón volvía en camello solemnemente y detrás iba caminando la mujer con una mochila, cargando a veces un niño. Esto era lo habitual.

Pero había aquellas dos o tres parejas que volvían de forma distinta. ¿Cómo volvían? El varón iba en el camello y ella también iba sentada en aquel camello. Y la gente bien, decía: esa pareja es matrimonio, se ama con un amor apasionado, porque ella puede equipararse. Observad, uniendo estos términos nos sale lo que significa la palabra Yahvé: yo soy aquel que con amor apasionado voy modelando tu vida para que tú seas imagen y semejanza mía, imagen de Dios. Esa es la imagen que nos da Dios en el Antiguo Testamento. Y fijaos bien que un día cuenta la Biblia en el libro del Deuteronomio, en el capítulo séptimo, cuando Israel había salido de Egipto, Dios le dijo a Israel: yo soy Yahvé, pero recuerda esto, yo a ti Israel no te he elegido porque seas el pueblo más grande e importante que hay. Tampoco te he elegido porque seas el pueblo más numeroso, pues es el más mínimo de Dios. Yo te he elegido por amor.

Aquel Dios que es el que hace que el ser humano sea imagen y semejanza suya y lo hace modelando con amor apasionado, aquel Dios, cuenta el Deuteronomio, que eligió a Israel por amor, igual que elige a cada uno de nosotros por amor.

02 | Señor, muestra tu misericordia

¿Pero qué pasó después de esta elección? Nos lo cuenta la Biblia, aquel pueblo que había conocido al Dios del amor, en lugar de obedecer sus mandatos, en lugar de seguir sus caminos, dijo (lo cuenta el libro de los Números en el capítulo 14), dijo: estoy harto, dijo el pueblo, de recorrer un desierto intransitable. Estoy harto de comer cada día maná, harto de beber agua de la roca. ¿Qué voy a hacer? Voy a elegirme a otro jefe y me voy a ir otra vez al país de Egipto. El pueblo se rebeló contra aquel Dios del amor que lo había elegido para sí y nos cuenta la Biblia, en Números 14, que cuando Dios supo eso de los de Israel sintió un profundo pesar, una gran dureza, y dijo a Moisés: Mirad, yo me arrepiento, me arrepiento de haber elegido a este pueblo por amor, porque me ha engañado, me ha traicionado.

Y se dirigió hacia Moisés ¿sabes que haré? Voy a masacrar a este pueblo, lo voy a quitar de en medio y voy a elegirme a otro para que sea mi pueblo y a ti, Moisés, te pondré como jefe. Es de los pasajes duros que hay en el Antiguo Testamento. Un momento en que Dios se arrepiente de haber elegido a su pueblo. Pero ante eso, ¿qué sucede? Moisés lo oye y dice a Dios: Señor, te pido por favor que no hagas eso, que no rechaces a tu pueblo. Y ahora fijaos bien la palabra que va a salir. Dijo Moisés: Señor, en ese pueblo que te ha abandonado, que te ha dejado, tú, por favor, muéstrale tu misericordia y otra vez vuélvelo a acoger para que sea tu pueblo.

Dice Dios a Moisés: mira, porque tú me lo has pedido, a ese pueblo que me ha abandonado, que a mí me ha dejado, otra vez lo voy a acoger por pura misericordia. Aquí sale la palabra misericordia. Fijaos bien en el camino, aquel Dios que quería modelar a Israel con amor apasionado para que fuera imagen y semejanza suya, Dios lo elige por amor. Aquel pueblo le traiciona y luego Dios lo acoge otra vez, vertiendo en su alma la misericordia para que el pueblo pueda seguir caminando en la ruta. Este pasaje bíblico es de enorme importancia. Fijaos bien que, para conocer bien la Biblia, a veces es muy prudente compararla, con las culturas antiguas que forjaron el Antiguo Testamento.

Tenemos un documento antiguo. Se llama la Lista Real de los Reyes Sumerios. Un documento muy antiguo, del siglo XXI-XXII, antes de Cristo. ¿Qué nos cuenta este documento? Que los dioses eligieron un pueblo y lo instalaron en una ciudad llamada Heridu, en la Biblia con el nombre de Here. ¿Pero qué pasó, sin que sepamos por qué? Que el pueblo que Dios habían elegido y colocado en Heridu le falló, a Dios le falló. ¿Y qué hizo Dios? Sin miramiento ninguno, arrasó de la tierra a ese pueblo que había establecido la ciudad de Heridu y estableció otro pueblo en la ciudad llamada Lana.

Fijaos, los dioses antiguos, las culturas semitas, las culturas sumerias, no tienen la misericordia que tiene Yahvé. ¿Qué hacía Yahvé? El pueblo le ha fallado, Dios siente un profundo dolor, pero se arrepiente de masacrarlos. ¿Y qué hace? Vierte en aquel corazón del pueblo la misericordia. ¿Qué hacían los dioses mesopotámicos, según cuenta la tradición mesopotámica? ¿Un pueblo me ha fallado, me ha fallado el pueblo de Heridu? Pues ningún problema, lo masacro y lo borro para siempre. Ese punto, es un punto que diferencia muy bien cuál es la espiritualidad del Antiguo Testamento, de cuál es la espiritualidad oriental. En el Antiguo Testamento, cuando fallamos al amor de Dios, Él sale con la misericordia. En las culturas antiguas, tan ancestrales, cuando el pueblo falla a la voluntad de los dioses, ¿Qué sucede? Les mandan enfermedades, terremotos o arrancan al pueblo de la tierra para siempre. Así, el Dios del Antiguo Testamento, ¿qué hizo? Al amor que tenía por su pueblo, le dio el color, el aspecto, el aroma de la misericordia para acompañar a Israel.

03 | El aroma de la misericordia. ¿Qué es la misericordia?

Una vez visto ese proceso, ¿qué hace Dios con Israel? Hemos de pararnos un momento en explicar lo que significa la palabra misericordia. Es un término de la lengua castellana muy bello. La voz misericordia, forzando un poco las cosas es una palabra española que sale de unir tres palabras en lengua latina. Misericordia comienza con la voz, en lengua latina, la palabra miser aquí viene de miserable significa pobre. Segunda palabra de misericordia, la palabra cord significa, desde el latín, corazón. Hay que recordar que la lengua antigua, el corazón, era mucho más que el órgano que empuja la sangre del corazón, que era para un antiguo, era el lugar donde radicaba el hondón de la persona, donde radicaba la identidad del ser humano. El alma, diríamos en nuestro vocabulario. Por tanto, miser significa pobre y cord significa corazón, y forzando un poco la palabra saldría misericordia. La palabra día cabalga un poco encima de la sílaba cord, la palabra día alude al verbo latino dare, que significa dar, entregar. Por lo tanto, fijaos bien lo que significa en español misericordia me hice pobre con corazón y día, dar. Ahora, visto eso. Hagamos del término una lectura que tenga el buen sentido de la poesía. ¿Qué significa misericordia? ¿Quién es misericordioso con quien es misericordioso? Es misericordioso aquel que es capaz de darse a sí mismo para calmar la pobreza del corazón de su hermano. ¿Quién tiene misericordia? Aquel que es capaz de darse a sí mismo o dar algo de sí mismo para calmar la pobreza del corazón de su hermano. No en vano, el catecismo clásico hablaba de catorce obras de misericordia. Las obras de misericordia no son buenas intenciones, son hechos concretos. Enseñar al que no sabe, dar de comer al hambriento, etcétera, etc… Por tanto, ¿quién tiene misericordia? Aquel que se da a sí mismo o algo de sí para calmar la pobreza del corazón de su hermano. Y aquí, afinando un poco el término misericordia hay que diferenciarlo un poco de la lástima, una cosa es la misericordia y otra cosa es la lástima. Es verdad que muy a menudo, en nuestro lenguaje, con la mejor buena voluntad del mundo, empleamos ambas de forma conjunta, pero tienen un significado diferente en lengua antigua. Mirad, ¿qué es la lástima? Yo paso por delante de un enfermo, por ejemplo, muy enfermo. Aquel enfermo a mí, viéndolo, me conmueve el corazón. Pero paso de largo. Es la actitud, en la parábola del buen samaritano, la que tenían sacerdote y levita, es el Evangelio. sacerdote y levita vieron a un hombre malherido tendido junto al camino, lo examinaron bien, sintieron lástima. Perdón, lo miraron bien, pero continuaron. Eso es la lástima, ver la desgracia de otro. Además, verla bien, que aquello conmueva mi interior. Pero yo, una vez conmovido sigo.

¿Qué es la misericordia? Lo que nos cuenta que hizo el hombre samaritano. Voy por un camino, me encuentro a un hombre apaleado, desnudo, ensangrentado, junto al camino. Me acerco, lo veo bien, aquello impacta mi vida. ¿Pero qué hago? No paso de largo, sino que doy, me doy a mí mismo para calmar la pobreza de aquella persona. Y lo hago no con medios extraordinarios, sino con medios que tengo. ¿Qué hizo aquel hombre? Le puso un poco de aceite, le puso un poco de vino, lo montó en su cabalgadura, perdió un jornal, lo llevó a la posada y dio dos denarios, que era el jornal de dos días, dando en exceso. Es alguien que nos tiene, que tiene a Israel misericordia, que Dios se la da a Israel para calmar la pobreza del corazón de aquel pueblo. Dios tiene con nosotros misericordia, ¿por qué? Porque él mismo se da para calmar la pobreza de nuestro corazón. Pero no siente, no tiene lástima, no se impacta por nuestro penar y se marcha. No, sino que actúa en favor nuestro.

Y cuando en la Sagrada Escritura, en la Biblia, queremos ver la manera, la forma, en que Dios actuó con misericordia en bien de Israel, no queda otra alternativa que recorrer entero el Antiguo Testamento. En el cual vemos muchos momentos distintos en los que Dios actuó en favor de Israel con misericordia. Pero si tuviéramos que resumirlos en los más significativos o en los que vertebra el Antiguo Testamento, nos quedarían cinco grandes momentos en los cuales Dios, Yahvé, regaló a su pueblo su misericordia. Cinco momentos en los cuales él se dio a sí mismo para calmar la pobreza del corazón de Israel. ¿Cuáles son esos cinco momentos? Primero: es la ocasión en que el Señor liberó a Israel del país de Egipto. Aquí, recordad, sabemos todos lo que nos cuenta la Sagrada Escritura, Israel padecía esclavitud en Egipto, y dura. La Biblia cuenta con ello sobre el texto y el pueblo clamaba por aquel dolor y sufría. Y ahora fijaros muy bien esto. Antes de que el pueblo ofreciera sacrificio y ofrendas pidiendo a Dios que lo libera del país de Egipto, ¿qué hizo Dios? Voluntariamente, por pura iniciativa suya, decidió liberarlo valiéndose de la intervención de Moisés y su hermano Aarón. Por tanto, Dios e Israel, cuando actuó con misericordia, cuando lo vio en Egipto esclavizado, fijaos bien con eso, antes de que el pueblo ofreciera ofrendas pidiendo liberación, Dios ya se adelantó a enviar a Moisés y a Aarón para que lo liberaran del país de Egipto. Por tanto, Dios con Israel, cuando actuó con misericordia, cuando lo liberó de la esclavitud de Egipto. Pero una cosa que nos cuenta la primera carta de San Juan. Dice. Dios es amor. Capítulo cuarto, verso octavo y dice, Dios nos llamó por amor antes de que nosotros le hubiéramos conocido. Es el texto, no sois vosotros quién me ha elegido, no que soy yo, que nos ha elegido para que recorráis el mundo dando fruto y el fruto que es testimonio de la bondad de Dios. Por tanto, el Señor en Egipto, con la mayor gratuidad posible, liberó a aquel pueblo que estaba preso en el país de Egipto.

04 | Dios nos acompaña con su misericordia

Por tanto, en nuestra tierra, Dios actúa siempre liberándonos de alguna cosa. ¿Qué significa que Dios nos libera? Que nos empuja a ser mejores. Que nos impele a ser más serviciales. Que nos exige ser más entregados en nuestra vida. Cuando eso nos pasa, es una experiencia de Dios que nos libera. Y el pueblo hebreo con el tiempo se hizo esta pregunta: ¿Y Dios, por qué nos liberó del país de Egipto? La respuesta es esa, lo cuenta la Biblia, porque Él escuchaba nuestro pensamiento, escuchaba nuestro grito en Egipto y dijo Israel: y Dios, ¿por qué escuchaba nuestro grito y nos dio una respuesta? Dios lo escuchaba porque Dios nos acompañaba en el dolor.

Dios nos acompaña y ese es el segundo momento en el cual Yahvé vertió su misericordia en el corazón de Israel, acompañándolos. Y en la Biblia, dónde sale, dónde figura el acompañamiento que Dios dio a Israel. Figura en muchos lugares, pero especialmente figura en las narraciones patriarcales. Todos conocéis a Abraham, Isaac, Jacob, José. El Señor los acompañaba en sus viajes hacia Egipto, está en la Biblia. Al patriarca José todo le iba bien porque Dios estaba con él. Otra forma, al patriarca José, todo le iba bien porque Dios le acompañaba en la soledad. En Israel regaló la misericordia acompañándolo, se expresa en la compañía que hacía a los patriarcas Abraham, a Isaac, a Jacob, a José. Es verdad que Dios los acompañó sin dudar. Pero si observáis bien la Biblia, veréis que en las historias patriarcales siempre el que está más acompañado por Dios es el más pequeño. Había dos hermanos. Isaac tuvo dos hijos, dos hermanos, el mayor, Esaú, el menor, Jacob. El linaje, la descendencia, el honor, tenía que continuar por el mayor, que es Esaú. En cambio, ¿qué hizo Dios? Lo hizo continuar por el menor, que es Jacob. Había dos hermanas, Raquel y Lía. La mayor era Lía. El honor tenía que continuar por ella. En cambio, qué hace Dios, hace continuar el honor por la menor, que es Raquel. ¿Qué nos enseña eso? Dios vierte su misericordia a Israel acompañándolo. Claro que le acompaña, Dios acompaña a todos, claro que sí nos acompaña, especialmente a los más débiles. A Raquel, la pequeña. A Jacob, el menor.

Y hay un tercer momento, en que Dios vertió su misericordia en Israel. ¿Cuándo fue? Fue en esa ocasión tan profunda, y tan bella, en la cual Dios quiso volver a crear a Israel. Dios creó a Israel, Dios crea nuestra historia. Por tanto, Dios ¿cómo fue misericordioso? Liberando al pueblo, acompañándolo y ahora creándolo. Mirad, ¿qué le pasó a él? Todos sabéis que Israel pasó en su historia etapas especialmente difíciles. Hubo un momento en que el pueblo de Israel, por circunstancias políticas, que aquí no abordaremos, abordaremos una porción importante, la más importante, sufrió el exilio en Babilonia. El rey Nabucodonosor II conquistó Babilonia y deportó a un contingente de gente a su país, que era el gran imperio babilónico. Allí ¿qué pasó? La gente que se había quedado en Israel, casi toda abandonó la fe, se dedicó a otros dioses.

La gente que estaba en Babilonia exiliada, muy dolida, muy herida, también lentamente fue abandonando la fe, apuntándose a otros dioses babilónicos, dioses que parecían más poderosos, más tangibles, más fuertes. De aquella fe hebrea que, según cuenta la Biblia, debía ser de grandes y grandes multitudes, sedujo en Babilonia a unas poquísimas personas. Como saben, la Biblia suele ser generosa en las cifras. Mirad, por ejemplo, de Egipto, Moisés sacó 500.000 hombres sin contar mujeres y ganados y niños, eh. La Biblia suele ser por algunos muy generosos. En cambio, cuando ha de decir el número de gente que se mantuvo la fe en Babilonia. ¿Qué hace la Biblia? Da los nombres propios de la gente que volvió. ¿Qué significa eso? Que la fe haya quedado reducida prácticamente a casi, casi cero. Esa pequeña gente, mínimo grupo que había en Babilonia, era uno: se llama el resto de Israel. Y en aquel grupo de gente, pongan 200 personas, como muchísimo, surgirá esta espiritualidad.

Mirad, para cambiar el mundo, Dios no necesita masas infinitas de gente. Fijaos bien, lo que Dios necesita, a algunas personas que busquen la santidad. ¿Quién dice eso? Un libro apócrifo del Antiguo Testamento que está en la tradición judía. Y en aquel pequeño grupo, como había un grupo de gente que creía que Dios para salvar el mundo necesita gente que busque la santidad. ¿Y qué era entonces buscar la santidad? Algo muy simple: ser del lugar donde yo estoy, imagen y semejanza de Dios. ¿Y Dios cómo se expresa? Mediante la misericordia. Por tanto, mientras haya un grupo de gente que vive y transmite la misericordia, Israel, la Iglesia, tiene futuro. Y Dios dijo con ese grupo de gente yo voy a contar otra vez. Qué hizo Dios, les permitió volver un día al país de Israel. Lo cuenta la Biblia, libros de Nehemías y Esdras, las Crónicas. Y aquí la gente volvió al país. Con ese interés, buscar la santidad, que es otra forma de decir vivir la misericordia, darme a mí mismo para calmar la pobreza del corazón de mi hermano, y dijo el pueblo, el Señor nos ha vuelto a creer.

05 | Ocasión de perdón

Y hubo un cuarto momento, en el cual Dios vertió la misericordia al corazón de su pueblo, ¿cuál fue? Fue la ocasión del perdón. Si hay algo que sale en todo el Antiguo Testamento es el perdón. Sale en los profetas. Mirad, en la Biblia, perdonar es muchas cosas, pero fijaros en mí. Tengo yo una mano, la mano izquierda. Imaginad que la mano izquierda, esta, es la mano de Dios. Y Dios me sostiene. Porque Dios me ha liberado, me ha acompañado y me ha creado. O sea, me ha permitido continuar en la vida cristiana a pesar del pecado. ¿Pero qué he hecho yo? Voluntariamente me he cambiado de mano, en lugar de estar en las manos de Dios, me he puesto en la mano de la idolatría. En la Biblia qué es la idolatría. Es vivir la vida buscando el poder a costa de todo. Vivir la vida buscando el poseer a costa de todo y recorrer la vida con orgullo, sobre todo. En el Testamento Antiguo hay tres ídolos que nos rompen la vida el afán de poder, el afán de tener, el deseo de aparentar.

Y una pequeña digresión: Una cosa que no cuenta la Biblia, porque entonces no existía y hoy sí. Hoy tal vez haya un cuarto ídolo, ¿cuál? El ídolo de la superficialidad. Tener tiempo para todo, menos para Dios, yo mismo y al prójimo. En nuestra vida, cuando dejamos el amor de Dios que acarician con misericordia y nos pasamos a las manos de los ídolos. Que son poder, tener, superficialidad, estas manos nos rompen la vida. ¿Qué es el perdón? Aquello que Dios hace y, así otra vez, nos coge de las manos que nos rompen y otra vez nos coloca en sus manos. Eso es el perdón que nos da ánimos. No deja que los ídolos nos rompan. Sino que Él gratuitamente, por misericordia, entregándose a la pobreza de nuestro corazón, nos saca de las manos de los ídolos que nos rompen, el perdón. Ese es el cuarto punto en el cual Dios en la Biblia vierte su misericordia en nosotros, dándonos el perdón que y la posibilidad de volver a esa mano del amor de Dios que siempre acaricia y que siempre arropa.

Y hay todavía un quinto momento en que Dios vierte su misericordia en nuestra alma. ¿Cuál es el momento en que nos promete la vida para siempre? Pensad que, a finales del Antiguo Testamento, la gente pensaba eso, una persona que vivía en la tierra. ¿Qué pasaba cuando el hombre se moría? Lo cuenta la literatura antigua. El hombre, para entendernos ahora, el alma del hombre, cuidado que la Biblia, no habla de alma, pero para entendernos, cuando el hombre fallecía, su alma. ¿Qué le pasaba? Bajaba al fondo de la tierra a un lugar llamado el Seol, aquel gran almacén en que se guardaban, según cuenta la Biblia y la religión antigua, las almas de los difuntos. Dijo Dios a Israel: mirad, yo al ser humano no lo libero, lo acompaño, lo creo, lo perdono, para después de eso dejarlo para siempre bajo la superficie, en el Seol. Solo que, mi misericordia es tan grande que yo quiero que el ser humano, viva conmigo para siempre en mi reino. Y lo cuenta, por ejemplo, la Sabiduría en el capítulo 3 en el verso 1, dice: «El justo vivirá para siempre en las manos de Dios». Y lo cuenta Daniel, el capítulo 12: «los justos vivirán para siempre con Dios y aquéllos que hayan enseñado la fe, serán estrellas del cielo». Por tanto, el quinto punto en el cual Dios vierte en nuestra alma la misericordia, ¿cuál es? Nos dice, tu meta final es el cielo, el Reino de Dios. En lugar de estar en el Dios del amor para siempre.

Pues bien, en el camino que hasta aquí hemos recorrido, Yavhé es aquel que modela mi vida con amor apasionado a lo que sea en el mundo, testigo del amor de Dios. Israel rompe con Dios. Pero Dios no lo abandona. Sino que lo sigue acompañando con la misericordia que le manifiesta siempre, pero en cinco momentos clave, Dios lo libera, lo acompaña, lo crea, perdona, lleva a la vida.

06 | El proceso se tiñe de aspectos gozosos y aspectos dolorosos

Y ahora, un último punto con el cual hemos de saltar al Nuevo Testamento, y para explicarlo con la mayor claridad, fijaos bien que todos estos cinco puntos tienen un aspecto de dolor. Fuerte dolor. Y fuerte gozo. Por ejemplo. La liberación de Egipto fue un enorme y gozo, así lo cuenta la hermana de Moisés cuando se pone a cantar diciendo: el Señor, nos ha liberado y con su fuerza hemos pasado el Mar Rojo, es el gozo. Tuvo antes un gran dolor caminar durante cuarenta años por un desierto árido con serpientes y escorpiones. Difícil. Dios acompañó a los patriarcas y hubo un momento de gozo cuando decía José, todo va bien porque Dios está conmigo. Pero había también un gran momento de cruz. Cuando José fue vendido como esclavo en el país de Egipto. Por tanto, estos cinco momentos en que Dios vierte en nuestra alma su misericordia, pueden contemplarse muchos aspectos el dolor y el gozo, y otros. Ahora, me atengo al aspecto del dolor o del sufrimiento. ¿Qué es lo que a mí me ha ayudado en el acompañamiento de los enfermos que me ha tocado hacer en las clínicas donde he estado? Eran dos clínicas sin capellán. Por tanto, llegaba a la parroquia y yo iba a atender a los enfermos durante años en una clínica, especialmente oncología.

07 | Aspectos y matices sobre el sufrimiento

De estos cinco aspectos, yo tomo el aspecto del sufrimiento. Mirad, me refiero ahora, no al sufrimiento que uno personalmente se busca, sino al sufrimiento que nos viene. Sabéis bien que el sufrimiento humano puede ser de varias maneras. Por ejemplo, hay un sufrimiento que se debe a accidentes naturales. Un volcán, ahora en La Palma. Un terremoto… El sufrimiento que engendra un volcán o un terremoto no es algo que Dios envíe. Es una consecuencia de la forma en que la naturaleza actúa, porque si no hubiera ni volcán ni terremoto, la Tierra no se movería lógicamente. Ante este padecimiento humano. ¿Qué es lo que hay que hacer? Lo sabemos todos. Verter nuestra solidaridad humana, nuestra misericordia humana, siempre y en tanto en cuanto se pueda colaborar al avance científico para intentar parar estas cosas. Luego hay otro padecimiento que es padecimiento del hambre en el mundo o de la injusticia. Padecimiento no viene, ni porque Dios quiera ni porque Dios lo envíe, viene por la injusticia de unos países contra otros.

Ante eso, ¿qué hace un cristiano? ¿Qué ha de hacer? Pues ayudar con la solidaridad, con la misericordia. Pero además de eso, luchar por la justicia en nuestro mundo. Hay otro padecimiento que tocamos todos cada día, que es el de la enfermedad. La enfermedad viene porque el cuerpo humano es así, es limitado. ¿Qué hacemos ante un enfermo? ¿Qué hemos de hacer? Pues mirad. Practicar con él la solidaridad, la misericordia. Y en tanto en cuanto sea posible trabajar en la investigación, quien pueda para calmar el dolor de la enfermedad. Objetivamente, las cosas son de esta manera. Ahora, mirando al enfermo con ojos de fe, que es como hay que mirar. Es posible, mirando con ojos de fe, ver en el sufrimiento humano una mayor profundidad. Para eso hay que ir a lo que nos cuenta la Sagrada Escritura. Lo haremos con brevedad, desde el Nuevo Testamento, que es más sencillo de ver comparando dos figuras. Una es la del apóstol Pablo de Tarso, San Pablo. Y otra la de Jesús. Vamos a comenzar con la de Cristo. Si cogemos el Evangelio según San Juan, es tan bonito el tema, lo leemos en Navidad varias veces, también. Veremos que San Juan en el Evangelio comienza, verso primero, y dice. En el principio existía aquel que es la Palabra de Dios. La Palabra era Dios y la Palabra estaba con Dios. Y luego el texto baja y llegamos al versículo 14, donde dice: y aquel que es la Palabra, se hizo humano y habitó entre nosotros. Hago un matiz aquí, me parece muy importante. Normalmente leemos y aquél que es la palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros. Y la traducción precisa, precisa, es esta: Y aquél que era Dios se hizo humano, y habitó entre nosotros. San Juan comienza contándonos que al principio existía la Palabra, la Palabra, era Dios. O dice y aquel que era Dios se hizo humano, humanidad y habitó entre nosotros.

08 | Dios se hizo humano y es reconocido en el dolor: ecce homo

Uno pensaría, un lector pensaría si en el capítulo primero me han contado que Dios se hizo humano, se hizo hombre, lo normal sería que el capítulo segundo, tercero, cuarto, quinto, en adelante, hablarán de Jesús llamándole el hombre. ¿No es así? No. Si miráis la Biblia es que es San Juan, después del capítulo 2, Jesús, como le llaman, le llaman el Hijo de Dios, el Maestro, el Profeta, el Hijo de David, etcétera, etcétera, etcétera. Hay que esperar muy abajo, en la escritura, muy abajo en el Evangelio, para encontrar a alguien que llame a Jesús hombre.

¿Cuándo aparece Cristo reconocido como hombre? Pues en la pasión. Todos conocéis el pasaje: Jesús, lo entregan a Poncio Pilato. ¿Qué hace Poncio Pilato? Lo hace desnudar, lo hace atar a una columna y lo hace azotar. Según la costumbre antigua primero con cañas, a fin de que la carne se abotargara, la piel se abotargara. Una vez azotado con cañas y con la piel abotargada venía el látigo, un palo de madera con tiras de cuero, las cuerdas y al final un huesecillo. ¿Qué pasa? Cuando dan un golpe a Jesucristo, a Jesús, el huesecillo se clava en la piel la carne y al estirarlo arranca, es un dolor paroxístico ser azotado en tiempo romano. Después, ¿qué hacen? Cogen unas zarzas y las ponen en la cabeza de Jesús, únicamente, la piel encima, las espinas rozan los músculos del cráneo. Ambos son un dolor paroxístico, seguramente en la flagelación es el momento en que Cristo más padece en que más sufre. Después lo llevan a Poncio Pilato. Observad. Y cuando Pilato lo ve qué dice: aquí tenéis al hombre, en latín, ecce homo. En todo el Evangelio, rara vez se ha visto a Cristo como hombre llamándole así, se le ve hombre cuando más ha padecido. Por tanto, el sufrimiento, entre comillas, ¿para qué le sirvió al Hijo de Dios? Para una cosa, le sirvió para hacerse del todo humano.

Porque si Cristo no hubiera padecido, no se hubiera encarnado del todo. Por tanto, el padecimiento es el guion, la fuerza, que hace posible que el Hijo de Dios se haga plenamente humano. Comparémoslo ahora con el apóstol San Pablo. Pablo predicaba el Evangelio. Muy bien, y un día, predicando se encuentra con una gente, personas que él llama los súper apóstoles. Dejemos ahora quién es él. Estos súper apóstoles discuten con Pablo. Le dicen vamos a ver, cuéntanos tú, Pablo, ¿qué es lo que has hecho en favor de Cristo, en favor de la Iglesia? Pablo hubiera podido decir por la Iglesia he fundado parroquias, iglesias, he escrito libros, he mandado cartas, he recorrido el mundo. Pero Pablo no da ese argumento. ¿Qué dice? Me preguntáis ¿yo qué he hecho por la Iglesia? Dice Pablo en la segunda Corintios: por el Evangelio he sido azotado, he pasado hambre, he pasado sed, estado naufragado días en el mar, despreciado por los míos y por los paganos, y dicen a Pablo: bueno, si es que tú para vivir el evangelio has padecido tanto, ¿de qué te ha servido vivirlo?

Dice Pablo: Tengo en la mejilla, una espina que me provoca un dolor en la cara siempre. Y más tarde, en una carta a los Colosenses. Un discípulo de Pablo dirá: todo aquel padecimiento que Pablo tuvo, ¿para qué le sirvió? De ese padecimiento, mirándolo con ojos de la fe, ¿sacó algo en claro Pablo? Y dice la carta a los Colosenses: todo aquello que yo he padecido me ha servido para entender lo mucho que me debió amar Jesús para morir por mí en la Cruz, ha entregado su vida por mí.

09 | El sufrimiento humano nos hace humanos

Observad, cuando miramos al sufrimiento humano con ojos de fe creemos en Cristo, que es el yunque donde el Hijo de Dios aprendió a ser hombre. Cuando miramos el sufrimiento con San Pablo vemos que el padecimiento que él tiene fue la ocasión que, contemplando con la fe, él tuvo para poder comprender el profundo amor que Dios tuvo con él. Yo en hospitales lo he vivido esto, especialmente con extranjeros. Tales eran para gente extranjera, gente muy alejada de Dios en su vida, que tuvo un accidente. En aquel sufrimiento llama al sacerdote, al cura, vas tú. Y sólo lo contemplas con la fe. Ves que aquel hombre o mujer ha visto en aquel padecimiento que ha tenido como San Pablo una ocasión para acercarse a Dios. Por tanto, cuando nos acercamos a un enfermo, vemos su penar.

Mirad, si es verdad que el padecimiento humano puede ser una ocasión especial para que el ser humano, la persona humana descubra el regalo del amor de Dios. Cuando vamos a ver a un enfermo ¿qué actitud sembramos en él, aunque no nos demos cuenta? Miren, hay un libro que a mí siempre me ha encantado y me encanta en latín. Me ha encantado. Que es la Eneida de Virgilio. Es un libro especialmente bonito, con un latín bellísimo. Nos cuenta en el canto primero el capítulo primero nos cuenta que la ciudad de Troya ha sido incendiada. Troya ha sido incendiada, destruida. Y en aquel fuego, un héroe de Troya huye de Troya y se va, en las barcas. Es un tal Eneas. Y cuando llegan las barcas, dice ¿dónde está mi padre? Mira, tu padre no ha venido. Debe estar quemándose en el incendio de Troya. Y ¿qué hace Eneas? Deja las barcas y desde el puerto se va corriendo a la ciudad de Troya. Allí coge a su padre herido y lo carga en sus hombros y lo lleva a las barcas. Le dicen, ¿Cómo has sido tú tan valiente para volver a Troya y coger a tu padre en los hombros y llevarlo a las barcas?, tú habrías podido morir. Y dice. Es mi padre, lo he ido a buscar porque la relación que mi padre (que se llama Anquises) tiene conmigo es tan fuerte que ni siquiera la muerte la puede romper. La relación que mi padre Anquises tiene conmigo es tan fuerte que ni siquiera la muerte la puede romper. Esa actitud, en lenguaje clásico, se llama la piedad. Damos a menudo a la piedad un sentido erróneo, se asocia a la beatería y no es eso. La piedad es la conciencia que tiene un cristiano de que el amor que Dios tiene por él es tan fuerte que ni siquiera la muerte lo puede romper.

Cuando vemos a un enfermo lo visitamos, le hacemos compañía. Ciertamente que sí, somos solidarios, pero sin darnos cuenta, cuando lo miramos con ojos de fe, plantamos esa virtud llamada la piedad. Hacerle ver que la relación que Dios ha trenzado con él es tan fuerte que ni siquiera la muerte la puede quebrar, la puede romper.

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