Mariluz López Mañero,
Grado en Ciencias Religiosas, Máster en Biblia y Evangelización, Posgrado en Humanización y Atención espiritual en sociedades plurales.
SAER Hospital San Juan de Dios. Zaragoza
Para A. MacIntyre, la persona se comprende a sí misma a partir de las narraciones vividas,«porque el hombre, tanto en sus acciones y sus prácticas como en sus ficciones, es, esencialmente, un animal que cuenta historias”.
Las narraciones transmiten valores y enseñanzas y educan éticamente, porque contienen unos modelos de vida que son recreados por los protagonistas, de igual forma que se viven en la realidad de cada momento.
Uno de estos ejemplos que nos enseñan cómo deben de ser las relaciones interpersonales para que sean auténticas, lo encontramos en el libro de Rut. La Biblia, y, en este caso, el Antiguo Testamento, nos ofrece un relato breve (tan sólo cuatro capítulos), pero lleno de contenido, con unos protagonistas que van desgranando a lo largo de la narración las características fundamentales que ha de contener la relación entre personas, destacando entre ellas la hospitalidad como elemento donde convergen las demás, hospitalidad al estilo juandediano , que pone en el centro siempre a la persona.
El relato se sitúa en la época de los Jueces (s.XII a.C.) y, aunque aparezca lejano a nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI, en el tiempo y en el lugar, podemos extrapolar los valores humanos que contiene a nuestra época y cultura, con una adecuada y acertada hermeneútica. Y, además, al ser la Biblia el libro más traducido a lo largo de la historia y contener diversos géneros literarios, puede ser leído tanto por creyentes como por no creyentes, con una mirada teológica o no, siendo siempre una herramienta muy útil para ser utilizada como modelo de valores sin necesidad de acudir a otras fuentes, que pueden ser complementarias pero no más valiosas.
La narración es sencilla: Elimélej, Noemí y sus dos hijos, parten de Belén hacia Moab a causa del hambre, buscando una vida mejor (como ocurre hoy con los movimientos migratorios).Allí muere Elimélej, y sus hijos se casan con dos moabitas, Rut y Orfá. Pero al poco tiempo también éstas quedan viudas, uniéndose a esta circunstancia la penosa situación económica y social en la que quedaban, común a todas las viudas en el Israel de la época.
Noemí decide entonces volverse a su tierra natal, porque tiene noticias de que la hambruna ha disminuido en Belén, y quizá así pueda sobrevivir y terminar sus días. A partir de este momento, comienzan a desfilar ante nuestros ojos de lectores actuales dos mujeres y un hombre que, hace mucho tiempo ya, nos enseñan que el amor desinteresado hacia el otro, le hace vivir y empoderarse.
Y esto es un universal: la sacralidad del hombre, poner por encima de todo a la persona, valor prefigurado en el Antiguo Testamento y culminado en la figura de Cristo. Valores que Juan de Dios llevará a la práctica, haciendo bien el bien, amando hasta el extremo, sin acepción de ningún tipo.
Analicemos las cualidades que aparecen en cada uno de los tres personajes principales del relato, desde el mismo momento en que Noemí decide volver a su tierra, hasta que Booz ejerce su derecho de rescate sobre las propiedades de Elimélej y se casa con Rut:
01 | Noemí
Viuda necesitada, socialmente vulnerable, «portadora del virus de la marginación de la falta de protección de los más débiles».
Descubrimos en ella la enorme humanidad que la rodea, prefiriendo quedarse sola antes que arrastrar a sus nueras, jóvenes y con probable porvenir, a un país extraño para ellas. Noemí conoce ya, por propia experiencia, esa vivencia:
“Volveos, hijas mías, ¿por qué vais a venir conmigo?” (Rt 1,11).
Anteponer el bien del otro al propio, optar por paliar, en la medida de sus posibilidades, el sufrimiento de Orpá y de Rut, “cada cual de acuerdo a su estado”, como dice Juan de Dios en una de sus cartas.
Respeto hacia sus nueras y sus decisiones, no juzgar, hacer lo posible por su bien. Empoderar a Rut, una vez que ha tomado la decisión de acompañarla, su propia responsabilidad, que no obligación, le hace velar por su futuro e intentar que sea restaurada la dignidad mermada con su viudedad y su carácter, ahora ella, de extranjera en tierra extraña.
”Noemí, su suegra, le dijo:”Hija mía, ¿es que no debo procurarte una posición segura que te convenga? (Rt 3,1). “Lávate, perfúmate y ponte encima el manto…”(Rt 3,3).Las relaciones interpersonales sanas buscan el máximo desarrollo de las capacidades del otro, porque sólo así podrá seguir caminando con total confianza en sus posibilidades, y ayudar, a su vez, a otro caminante. Y destacado es el agradecimiento de Noemí por todo lo que ha recibido, aun a pesar de las desgracias:”Bendito sea Yahvé que no deja de mostrar su bondad hacia los vivos y los muertos” (Rt 2,20).
02 | Rut
Nuera de Noemí, que da nombre al relato tratado, uno de los tres libros de la Biblia que llevan nombre femenino .Concentra en su persona y en su actitud una serie de virtudes que trenzan una auténtica relación entre personas, entre ella y su suegra y entre ella y Booz, el pariente que acabará siendo su esposo.
Destaca en primer lugar la empatía hacia Noemí: su capacidad para percibir y sentir la necesidad que tiene la otra mujer, la vivencia de su suegra, que no le es propia pero que la vive como si lo fuera. Sensibilidad hacia la vulnerabilidad del otro:”Pero Rut respondió:
“No insistas en que te abandone y me separe de ti, porque donde tú vayas, yo iré; donde habites, habitaré. Tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios”(Rt 1,16).
Ante la soledad que sabe tendrá Noemí, ante la exclusión social que intuye en su vida de vuelta, Rut se conmueve y manifiesta su compasión tomando la iniciativa, poniéndose en salida, con la intención de acompañar a su suegra y hacer el camino juntas, poniendo a disposición de ella su presencia física y su tiempo. Esta es la base de un buen acompañamiento que sustenta las relaciones interpersonales; pero no es una compañía puntual, meramente asistencial :todo lo contrario, lo hace de una forma constante y para siempre, haciendo suyas su cultura y su tierra.
Lealtad inmensa por parte de Rut, que conduce hacia la confianza. Encuentro iluminador para ambas, que supone respeto, no invadir el terreno ajeno, sino un enriquecimiento mutuo, que llena la vida de ambas de esperanza, porque sin esperanza el sufrimiento es insoportable. Esperanza que tiende puentes, que alarga y suaviza el camino que parece corto y duro..
”Rut. la moabita, dijo a su suegra: ”Déjame ir a espigar al campo de aquel que me lo permita. Ella respondió:” Vete, hija mía””(Rt.2,2).
Rut nos da una lección magistral de lo que es el cuidado hacia el otro. En el momento en que el ser humano es más vulnerable, se acentúa esa necesidad de cuidado que todos tenemos, porque es entonces cuando la experiencia de sentirse solo e indefenso ante lo desconocido, aumenta. Rut se ocupa y se preocupa de Noemí, respeta su identidad, trata de resolver sus necesidades, se sumerge en su penuria social y económica. Es un cuidado el que le presta generador de salud, porque quien sabe acompañar, genera salud. Cuidar es un arte, siendo la moabita una verdadera maestra en ello como dispensadora y, a la par, como receptora de los mismos por parte de su suegra y de Booz.
03 | Booz
Reúne en él todos los elementos que componen la hospitalidad, cualidad que ya desde los primeros tiempos perdura hasta hoy, mantenida por la Orden de San Juan de Dios. En primer lugar, para que una relación interpersonal sea hospitalaria, ha de ser acogedora: Booz acoge a las necesitadas, primero a Rut y , con ella, a Noemí.
Las acoge con gestos y con palabras, y conlleva identificarse con su fragilidad y restaurar su condición de personas .Acoge a las mujeres con calidez, con ternura:
”¿Me oyes, hija mía? No vayas a espigar a otro campo ni te alejes de aquí; quédate junto a mis criados” (Rt 2,8).
La ternura que muestra Noemí también, cercanía en las palabras ”hija mía”, que ambos dirigen a Rut. “Si tienes sed, vete a las vasijas y bebe de lo que saquen del pozo los criados”(Rt 2, 9).
Hospitalidad que ampara, consuela, cubre las necesidades, pero que , a la vez, es agradecida:
“Me han contado al detalle todo lo que hiciste con tu suegra después de la muerte de tu marido, y cómo has dejado a tu padre y a tu madre y la tierra en que naciste…Que Yahvé te recompense tu obra..” (Rt2,11-12).
Hospitalidad agradecida, pero sin esperar nada a cambio.
En las relaciones interpersonales se comparte, se alivia, se reconforta, se palía el sufrimiento.
“Ella se sentó junto a los segadores y él (Booz) le ofreció un puñado de grano tostado” (Rt 2,14).
Booz se acerca ,observa, se interesa por Rut y Noemí;se ofrece, da, busca el bien de las dos mujeres mostrando una sensibilidad en el cuidado que no agrede, aportando a la vida de los tres personajes del relato una riqueza personal que tan solo encontramos en las relaciones interpersonales, presentes siempre en la historia de la humanidad.
Hospitalidad que empodera, que ayuda a salir de la vulnerabilidad y que hace fuerte, porque descubre en el otro todo lo que es capaz de hacer.
Releamos la Biblia como modelo de ética narrativa, porque nos ofrece herramientas muy útiles para tejer un buen acompañamiento espiritual, con todo el haz de relaciones que conlleva hacer ese camino juntos. Sumergirse en la lectura del libro de Rut supone adentrarse en el mundo del otro,descubrir que las personas nos necesitamos especialmente en momentos de fragilidad, y que lo hacemos únicamente por amor. El relato de este libro es una mano tendida que no rechaza, una mirada que no juzga, fineza del ser humano con la humanidad deshumanizada, y ésto, basta.