“La realidad cuántica se puede resumir en un lema bien sencillo: lo que vemos cuando observamos el mundo, parece ser esencialmente diferente de lo que es” (Sean Carroll)
Resulta cierto que ya estamos hablando de éxito, liderazgo, conciencia, tacto, yoga, alimentación, cosmología, psicología, mente, gloria, perdón, teología, felicidad, poesía, docencia, fe, amor, y tras cada uno de ellos añadimos cuántico o cuántica. ¿Por qué no hablar de Hospitalidad cuántica?
Tenemos muchos escritos sobre la Hospitalidad, y están muy bien, pero, ¿cuál es su ADN en esencia? Nos interesa, no tanto lo que se ve, -y de ello es buena muestra cuanto se comenta en esta revista de Labor Hospitalaria-, sino lo que queda detrás, oculto y que no vemos, porque hay que afinar los instrumentos de percepción para captarlo.
Tal vez hasta el momento habremos hecho una epistemología de la Hospitalidad: lo que conocemos y estamos demostrando en apariencia en nuestras obras apostólicas. Pero todavía nos falta reflexionar sobre cuál es la ontología de la misma: qué es exactamente.
Tenemos motivos para estar satisfechos de cuanto hemos sido capaces de destilar sobre la Hospitalidad de las Primitivas Constituciones, del libro de Espiritualidad y de la Carta de Identidad, no tanto de las propias Cartas de Juan de Dios, y menos del Evangelio. Para lo cual necesitamos los ojos de águila de san Juan Evangelista.
Hemos trabajado bastante cuanto observamos sobre la Hospitalidad, nos falta concretar qué es realmente la Hospitalidad. Ya que está en continuo proceso de cambio: no es estática, ni lineal, no es corpuscular sino ondular, no es una órbita, sino que es una función de onda que invade todo. Por eso también hablamos del valor transversal Hospitalidad, que se traduce por el resto de los valores, ya que vislumbramos su esencia a través de los mismos.
Hospitalitem es la palabra latina para «amistad por los huéspedes», de donde deriva directamente su significado. “En griego antiguo la palabra que se usa para designar al huésped, al invitado, y la palabra que se usa para designar al extranjero, son el mismo término, xénos” (George Steiner). “Sed amables con los forasteros, ya sea que provengan de Turquía, Japón, Persia, Rusia, China o de cualquier otro país del mundo. Ayudadles a que se sientan como en su propia casa, y procurad que sus vidas sean un poco más agradables. Pues esta bondad ayudará a que sean mejores” (Abdu’l-Bahá). “La Hospitalidad es más grande que recibir a la Shejiná, la Presencia de Dios” (Rabino Najman de Breslov).
El término Hospitalidad, en el contexto de los primeros siglos, implicaba en general, ayuda y prestación de servicios a todos aquellos que acudían a los hospitales para ser atendidos. El ejercicio de la Hospitalidad que marcó Juan de Dios fue algo más que dar comida y cama a aquel que lo necesitaba y aplicarle las técnicas que requerían; además protegía y ayudaba, dando afecto y esperanza, respetando y acompañando, dando seguridad y confianza a todas las categorías de necesitados y sufrientes que eran objeto de sus cuidados. El centro de atención es el hombre, criatura de Dios que tiene derecho a la vida y que sufre.
La Hospitalidad es relación con otro, es encuentro, con obligaciones y responsabilidades; la Hospitalidad es acogida, es universal; todos somos huéspedes y anfitriones, se mueve en el anonimato; un huésped es representante y embajador de otro; se fija en el diferente, acepta la discrepancia; es sagrada, respeta el misterio que envuelve al otro que llega o puede llegar; el extraño puede representar a Dios; la Hospitalidad rompe el confort de las rutinas; es un acontecimiento imprevisible e incontrolable; el encuentro en Hospitalidad es único e irrepetible como cualquier acto de servicio; no tiene un huésped universal sino uno concreto y único; la Hospitalidad es encarnación y humanización (cf. Espiritualidad 50-52 y Carta de Identidad 2.2.2).
Desde la antigüedad se ha relativizado toda confesionalidad establecida ya que a menudo suponía un obstáculo para la experiencia. Cuanto más profunda sea la experiencia, mucho más grande será la Misericordia. El conocimiento de la unidad personal nos lleva a vivir un amor incondicional: amor que significa estar en armonía con todos. La armonía es la gran ley cósmica (Eladi Freixa). Y la Misericordia es la Hospitalidad-Acogida. En definitiva, se trata de una actitud hospitalaria frente a la vida, acogiendo cuanto se nos presenta. Hay que actuar, no hay otra alternativa. Tenemos una gran oportunidad para transformar el mundo en un sitio mejor, donde se nos permita pensar con paz.
No resulta fácil, pero destilando de los textos referidos y conocidos por todos, aventuramos las siguientes aportaciones de nuestros mayores, intentando agruparlas de una manera lógica o por similitudes. Resulta de la tradición, que todos los hospitales deberían [1] recoger las limosnas, establecer un buen [2] gobierno de la casa, estar capacitados para la [3] administración de la hacienda. Pero el fin de los Centros resulta que es [4] cura y regalo de los pobres, sabiendo aplicar y dispensar los grandes principios apropiadamente: [a] Sobre la acogida y cuidados; [b] Sobre la asistencia espiritual; [c] Sobre la higiene y confort; [d] Sobre la asistencia técnica e integral (profesionalidad).
Esta tradición se puede esclerotizar si no somos ágiles para impedirlo, mediante la ilusión y el amor de forma institucional. De tal manera que aquellos planteamientos resultan paralelos a los retos que deseamos compartir para hacer realidad la Hospitalidad que nos une en este presente-futuro de la Orden Hospitalaria en España.
Y en estas comprometidas páginas de Labor Hospitalaria se traen más de veinte ilustrados enfoques muy concretos (desde el papa Francisco, pasando por nuestros Superiores, hasta los Colaboradores y Hermanos con los que se pergeña una Misión Compartida), englobados en torno a tres perspectivas centrales: [1] Qué, Carisma, Misión y Visión, [2] Quién, Hermanos y Colaboradores, [3] Cómo, Gobierno y Dirección-Gestión, que quieren ser el trasunto (imagen o representación) de la Hospitalidad que buscamos y vislumbramos en común.
Para Chistoph Theobald, la Hospitalidad parece presentarse como utopía inalcanzable e inútil, cuando no deja de ser sino encuentro y desafío. La Hospitalidad es “el estilo de vida cristiano”. Es una utopía necesaria pero siempre provisional; triunfa cuando el otro puede partir y construir su propio hogar de acogida. Cuando no es conformista ni miope. La Hospitalidad nos da una visión real y básica de la naturaleza de la respuesta a la condición humana de soledad (HJM. Nouwen).
El origen de la Hospitalidad está en el corazón del que acoge. Y la implicación personal, es cuanto matiza la diferencia entre hacer y ser Hospitalidad. Nos referimos, por lo tanto, a la cultura de la Hospitalidad que la tiene como horizonte, con una perspectiva que le permite ser una oferta encarnada como servicio a la sociedad. Es un compromiso de todos, para cuidar y velar por el carisma común de la Misericordia en favor de cuantos nos necesitan. Depende, en definitiva, de la colaboración y la corresponsabilidad.
Hno. Calixto Plumed,
Director