El papa Francisco ha centrado este año su mensaje para la Jornada mundial del enfermo en la compasión y el cuidado del otro como práctica sanadora. Es una buena oportunidad para adentrarnos en este concepto y explorar posibles implicaciones para la práctica de los profesionales de la salud, voluntarios, pastoralistas, acompañantes, familiares y los mismos enfermos.
En su mensaje el papa Francisco nos recuerda que la enfermedad forma parte de la experiencia humana, y subraya oportunamente que si ésta se vive sin cuidado y compasión puede llegar a ser inhumana.
Brindamos la oportunidad para hacer juntos este camino de la compasión como ejercicio saludable de cuidado. Recordamos el marco de la parábola del samaritano, adentrándonos en el significado de la palabra “compasión” y su raíz bíblica para así lanzar algunas sugerencias que puedan mejorar nuestra práctica asistencial cotidiana.
Cada personaje de la parábola del samaritano representa los rostros de una humanidad deshumanizada y/o deshumanizante. Solamente el samaritano fue prójimo del herido porque: tomó Consciencia: «Él lo vio»; se conmovió, sintió Compasión: «Tuvo compasión»; no tuvo prejuicios y sí Proximidad: «Se acercó a él»; supo Compartir: «Vendó sus heridas, echándole aceite y vino»; ejerció el Acompañamiento: «Entonces cargándolo en su burro, lo llevó a una posada y lo cuidó»; y buscó Colaboración: «Al día siguiente tomó dos denarios y se los dio al posadero diciéndole: cuídalo y lo que gastes de más te lo abonaré a mi regreso».
En la medida en que los agentes de salud y de pastoral estén suficientemente motivados para seguir formándose, lo suficientemente humildes como para permitir que los enfermos puedan ser sus maestros, lo suficientemente sabios como para saber qué «aceite» y «vino» verter sobre las heridas de la víctima y estén suficientemente abiertos para colaborar con otros en el servicio del enfermo, se vive el espíritu de la parábola y se contribuye a humanizar el mundo de la salud.
El samaritano no lo hace todo. Cuida del apaleado con la suficiente libertad como para no considerarlo “suyo”, como para dejarlo en manos de otros que completen lo que él no puede hacer solo. Porque sabernos corresponsables no anula nuestra autonomía, aunque a veces nos lo hagan creer. Hablamos en consecuencia de sinodalidad en el cuidado y en la compasión.
La compasión y la misericordia, incluyen la acción, el movimiento, la inclinación al sufrimiento del otro, así como la sabiduría popular llama misericordia a algo que nos descansa, que nos alivia, que nos hace más llevadero el “deber” estar de pie en la vida. Exactamente lo contrario de estar enfermo.
Al hablar de compasión se nos hacen algunas sugerencias prácticas para nuestra labor asistencial: aprender a mirar con respeto; tratarnos con ternura; saber tomar decisiones; también saber auto-cuidarnos; en definitiva, es un modo de estar en la vida. Ser compasivo es elegir vivir más allá de lo obligado. Dar aquello que nadie te pide, hacer aquello que nadie te va a exigir. Este ir más allá en la vida y en nuestra labor de cuidado que sólo se sostiene al ser conscientes del vínculo entre ayudante y ayudado desde la común fragilidad: ambos humanos, caducos, vulnerables, pero también capaces de hacernos crecer, de cuidarnos y hacernos felices.
Hay muchas facetas que implican la compasión y el cuidado abordadas por los diversos autores en esta edición de Labor Hospitalaria como: acompañar a los usuarios mayores para defender la salud, llevar una concepción más sana de la vida, promover costumbres más saludables, conocer las necesidades en el día a día, realizar programas de derechos y deberes, reforzar la formación de grupos contra la soledad, trabajar la afectividad, fomentar una atención ética sin perder el horizonte de un apoyo religioso y/o espiritual, que en momentos de vejez, enfermedad y/o dificultad es de gran esperanza.
Nos ha llamado mucho la atención el sufrimiento asociado al suicidio ya que es uno de los desgarros que más desarman nuestra fe. Esta situación límite nos coloca ante una encrucijada creyente que apunta a la comprensión última de la esperanza, la confianza y el amor de Dios. El respeto al misterio que palpita en lo profundo del ser humano, cuando el don de la vida se le vuelve insoportable, ha de ser la clave que sostenga nuestra acción. Desde la fe es posible abrirse a la esperanza definitiva en el Dios de la alianza, que no se desdice de la belleza eterna de aquellos a los que ha creado por amor. En estas páginas se pergeña una pequeña guía para ayudar a quienes escuchan, acompañan, acogen, predican, confiesan y consuelan a víctimas y supervivientes de este dolor. El aparente silencio de Dios no es el mutismo de quien está ofendido, sino el callar de quien se encuentra sufriendo desconcertado.
Las necesidades de los seres humanos en relación con su salud van más allá del simple modelo de curación de la enfermedad. La comprensión de la persona herida en su modo de reaccionar ante la enfermedad y el sufrimiento exige del profesional de la asistencia una actitud centrada en el servicio a la persona.
La formación en cuidados paliativos, además de aportar conocimientos técnicos para el adecuado control de síntomas que le provocan sufrimiento a la persona, aporta habilidades en comunicación y habilidades en la toma de decisiones para estar “más cerca” del enfermo y de su familia. La inversión de cualquier institución en formar a sus profesionales en cuidados paliativos o de implicarse con instituciones universitarias en la formación será una inversión muy rentable para que los enfermos y sus familias sean mejor cuidados.
La incidencia y prevalencia de las enfermedades crónicas está en aumento y presumiblemente será mucho mayor en las próximas décadas. Todo esto conlleva a que los sistemas sanitarios y sociales actuales se vean incapaces de acoger la demanda existente, poniendo en peligro la sostenibilidad de los mismos. Y es en este contexto donde surge el movimiento internacional de Ciudades Compasivas: Por una Comunidad Global unida por la Vocación de Cuidar. Movimiento internacional que tiene como objetivos sensibilizar y capacitar a la comunidad en el acompañamiento y cuidado de las personas con enfermedades crónicas avanzadas y/o en situación de final de vida para la creación de redes ciudadanas comprometidas en el cuidado y mejora de la calidad de vida de estas personas y sus familias. Ofrecemos en estas páginas un claro ejemplo.
A pesar del avance de la medicina, de la investigación clínica y de los recursos sanitarios, en nuestro mundo se siguen dando casos de muchos hombres que sufren y mueren abandonados y, en ocasiones, solos. No sólo sigue presente este problema de abandono y soledad, sino que incluso el desarrollo biotecnológico, a pesar de abrir grandes perspectivas de bienestar humano, ha suscitado también nuevas formas de agresión contra la dignidad del ser humano, poniendo sobre las manos del mismo, el poder de manipular la vida.
Hoy necesitamos personas llenas del espíritu que movía a San Juan de Dios, que no se cansaba de defender la dignidad de la vida humana. Seguimos necesitando profesionales y voluntarios llenos de ese espíritu: personas que consagren su vida al servicio de los enfermos… médicos, enfermeras y personal sanitario que humanicen nuestros hospitales y no dejarnos llevar por la mentalidad eugenésica que se va imponiendo. Tenemos que liberarnos del pensamiento ateo-materialista que se va imponiendo y que define al ser humano desde unos presupuestos puramente materiales y cegados de toda trascendencia.
Hemos de ser luz cada día más necesaria para iluminar las tinieblas de la cultura de la muerte que se quiere imponer en nuestra sociedad promulgando leyes acientíficas e ideológicas que desprecian a los menores, elevan a derecho la monstruosidad del aborto y abren el camino para eliminar a los débiles optando por un darwinismo social donde sólo los fuertes tienen todos los derechos, incluso el de la vida.
Una asistencia cimentada en una antropología individualista, material y subjetivista no es posible, pues ello conlleva hacer reposar la dignidad del ser humano, exclusivamente, en las manifestaciones corporales visibles, olvidando la dimensión espiritual del hombre. Por encima del materialismo, abriendo los ojos de la verdad y del corazón, es posible contemplar y venerar el gran misterio de amor que encierra toda vida humana.
En definitiva, no es posible humanizar la sanidad si no cogemos el testigo que nos dejó San Juan de Dios, que nos lleve a contemplar en cada ser humano que sufre la enfermedad al mismo Dios y lo llevamos al horizonte de esperanza en que él siempre nos sitúa: acoger al mismo Cristo.
Hemos de reflejar, y así lo hacemos desde Labor Hospitalaria, el importante papel que juega la tecnología de acceso en personas con graves necesidades de apoyo motoras, y que su implementación y utilización sistemática les permite obtener una serie de beneficios que repercuten directamente sobre los usuarios y, de manera indirecta, sobre sus familiares y sociedad en general.
Al hablar de compasión y cuidado, recogemos testigos de cómo a pesar de tanto sufrimiento, el amor que nos une a los demás nos moviliza dando cuerpo a ese fantasma del sentido que intentamos encontrar a lo largo de la vida. Es fantasma porque a veces lo vemos con cierta claridad en momentos de iluminación, pero de pronto lo perdemos de vista y caemos en las trampas de la vida, de nuestro ser, de nuestras expectativas que no alcanzamos…
Necesitamos entender la compasión desde la espiritualidad, porque no es un simple sentimiento, es una realidad vivencial de profundidad, y desde ahí nos conectamos con algo esencial del interior y abre las puertas a la unidad, al amor, a la esperanza, a la belleza… y no es por mera teoría, sino desde cuanto nos moviliza para la acción.
En la presente publicación de Labor Hospitalaria, por ser concretos y prácticos, se encarnan experiencias que están sirviendo para encontrar algún sentido citando testimonios de personas que han aprendido y crecido desde su propia crisis personal provocada por el dolor y el sufrimiento. Sencillamente porque nos está moviendo el espíritu de la Hospitalidad que respiramos.
Calixto Plumed Moreno O.H.
Director LH