en la intervención social?
Juan A. Diego Esquivias O.H.
Licenciado en Pedagogía.Experto en Gestión de Servicios Sociales. Santa María de la Paz. Madrid.
El autor nos propone como ejemplo un diálogo entre Martin Buber y Carl Rogers sobre la autenticidad en la psicoterapia. El filósofo Buber cuestiona la posibilidad de una autenticidad genuina en roles terapéuticos, mientras que el psicólogo Rogers
defiende que los terapeutas pueden trascender sus roles. A partir de esa anécdota se aborda el tema del «distanciamiento clínico» y la importancia de la autenticidad en el trabajo social, especialmente con personas sin hogar. También reflexiona el autor sobre la necesidad de derribar capas protectoras y se destaca la «Comunicación no violenta» de Rosenberg para fomentar la empatía. El hno. Juan Antonio Diego nos expone la confianza en el ámbito profesional y la importancia de bases sólidas y cuidado personal en el trabajo social.
Palabras clave: Autenticidad, Distanciamiento clínico, Social.
As an example, the author proposes a dialogue on authenticity in psychotherapy between Martin Buber and Carl Rogers. The philosopher Buber questions the possibility of genuine authenticity in therapeutic roles, whereas the psychologist Rogers maintains that therapists are able to transcend their roles. Starting out from this anecdote, the article goes on to discuss the subject of “clinical distancing” and the importance of authenticity in social work, especially with homeless persons. It also looks into the need to eliminate protective layers and emphasizes Rosenberg’s “non-violent communication” as a means of fostering empathy. Br. Juan Antonio Diego explores the notion of trust in the professional sphere and upholds the importance of solid bases and personal care in social work.
Keywords: Authenticity, Clinical distancing, Social.
Cuenta el Dr. Rosenberg[1] que, en su rodaje profesional, tuvo la ocasión de compartir un diálogo entre el filósofo israelí Martin Buber y el psicólogo estadounidense Carl Rogers en el que Buber cuestionaba que alguien pueda hacer psicoterapia ocupando el rol del psicoterapeuta. Buber estaba de visita en EEUU en ese momento y había sido invitado junto a Rogers a participar en un debate frente a un grupo de profesionales de salud mental en un hospital psiquiátrico. En este debate Buber sostenía que el crecimiento humano se da a través de un encuentro entre dos individuos que se expresan con vulnerabilidad y autenticidad en lo que él llamó relación “Yo-Tú”. Él no pensaba que esa autenticidad pudiera darse cuando dos personas se reúnen en los roles de psicoterapeuta y cliente. Rogers estaba de acuerdo con él en que la autenticidad era un requisito previo para el crecimiento. Sin embargo, mantenía que los psicoterapeutas preparados podían elegir trascender su propio rol y establecer un contacto auténtico con sus clientes. Buber mantenía que, aunque el psicoterapeuta fuera capaz de relacionarse con autenticidad, un contacto así sería imposible mientras los clientes se vieran como clientes y los psicoterapeutas como tales….
En el fondo está la cuestión del “distanciamiento clínico” que, por ejemplo, en los psicoanalistas es una “regla casi sagrada”. Se llega, incluso, a considerar una señal de patología por parte del terapeuta. Según este planteamiento, un psicoterapeuta “competente” tiene que mantenerse al margen del proceso terapéutico y funcionar como un espejo en el cual los clientes proyectan.
Me ha parecido interesante traer la anécdota en esta reflexión pues es una cuestión muy presente en el día a día de los trabajos con atención directa persona a persona.
[1] Rosenberg, M.B. (2023). Comunicación NoViolenta. Un lenguaje de vida, Barcelona: Acanto.
Personalmente considero que apostar por la propia autenticidad en el ámbito social es fundamental y, por eso desde esa misma autenticidad no siempre ha de implicar, pienso, la necesidad de “destaparse”, el profesional, frente a la persona acogida o acompañada. No creo que sea un acto de fragilidad sino más bien yo diría de coherencia personal y, en la realidad de las Personas sin Hogar hay un elemento a considerar desde mi perspectiva: la calle es dura, agresiva y violenta y, ante esto, hay que “defenderse de la calle” me aporta una de las personas acogidas en nuestro Centro. Ese defenderse puede llevar a veces, consciente o inconscientemente a crear una capa dura y estructurada con la cual me presento ante los demás. Cierto es que puede ser un reto para el profesional el derribar ese caparazón, pero no siempre aparece, dicha posibilidad, en el horizonte.
Rosenberg, desde el planteamiento de la “Comunicación no violenta” afirma, en este sentido, que “Empatizo con los clientes en lugar de interpretarlos; revelo lo que siento en lugar de diagnosticar”.
Este argumento sí que me aporta más luz y, por ello lo comparto en esta reflexión. Aquí damos un paso más en la relación humana con la persona en situación de fragilidad. Reconozco, por lo pronto, que este sí es un gran reto sobre todo cuando ya se llevan años trabajando en este sector y, parece, que hay que hacerse los duros ante cualquier manifestación de la persona.
Entre las varias acepciones del término “Confianza” del Diccionario de la Real Academia aparece “la esperanza firme que se tiene de alguien o algo”, “Ánimo, aliento, vigor” muy distantes de lo que a veces también se da en nuestro sector de un cierto “colegueo” entre todos para que haya un “buen rollito” …
Poniendo en un paralelo, sería como cuando algunos padres afirman que son los mejores “amigos de sus hijos”. O, como otra imagen visual para todos sería la de una intervención quirúrgica. Probablemente, aunque se agradece un buen trato, la confianza en el médico sería en su buen hacer y no tanto en ser más comprensivo o no.
No sé, todavía, por qué en las ciencias sociales, en el mundo de lo relacional, por lo general aceptamos más fácilmente el “todo vale” antes que en otras áreas de la vida y lo profesional es tan (o más) necesario en la ingeniería industrial como en la gestión de una ayuda social a alguien en exclusión.
Creo que podemos dar lugar a confusiones que, en situaciones críticas, pueden derrumbar todo lo que se pueda estar construyendo. No lo veo positivo. Si lo que queremos es tener una buena empatía con las personas, si lo que buscamos (en nuestro caso) es llevar a cabo una buena hospitalidad y solidaridad creo que hemos de fundamentar unas buenas y fuertes bases profesionales y, a la par, un gran cuidado de nuestra higiene mental, nuestras afectividades, nuestra persona, en definitiva. Más aún cuando sabemos que el trabajo “social” va a tender a implicarnos como personas a diferencia de quien incorpora una pieza dentro de la mecánica general de un automóvil, por ejemplo.
Una entrevista con cualquiera de las personas acogidas o usuarios de un centro de atención social es tan vital como la que podemos tener con nuestro médico sea o no especialista. En ambos casos, la confianza habrá de ser mutua y ninguna de las partes debería intentar engañar, manipular o, incluso, confundir al otro.
Quisiera terminar esta reflexión (para nada pretendo sentar cátedra) con una idea que vengo manejando en diversos foros y que está muy directamente relacionada con el fondo de esta cuestión en la intervención social. En San Juan de Dios cuando alguien llega a uno de nuestros dispositivos (yo diría que en todos) no debemos pretender o buscar especialmente el que “la persona cambie” sino que, debemos volcar, sí, todas nuestras energías en crear un ambiente, presentar unos espacios, instalaciones, tener un ambiente laboral y relacional de tal forma cuidados que “se puedan producir cambios en las personas”. Es muy distinto.
Retomando a Rosenberg, M.B. “cuando evitaba diagnosticar a las personas y en lugar de ello me mantenía conectado a la vida que tenía lugar dentro de ellos y dentro de mí mismo, las personas normalmente respondían de manera positiva”