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experiencias | Num.332
Sanar en un mundo roto: vocación y pandemia

Mª Isabel Herrero Panadero,
Master en Medicina de Emergencias.
Master en Cuidados Paliativos.
Médico en Residencia SJD Sevilla

El compromiso profesional, los ideales, la vocación de servicio, los valores y el horizonte asistencial pueden estar detrás de la decisión del profesional para desarrollar su labor en un centro dedicado a la atención de las personas mayores más vulnerables. La labor de cuidar y sanar, de estar al lado de la persona que necesita atención, nos acerca a constantes y nuevas experiencias.

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01 Junto a ellos

En marzo de 2020, cuando la OMS declaró el inicio de la pandemia por SARS-CoV-2, no era previsible la dureza con la que esta situación de emergencia iba a afectar a la población y, en concreto, a los centros de personas mayores, lugares donde residían los más vulnerables.

La pandemia ha transformado la forma de vida y las relaciones humanas, ha roto el mundo que conocíamos. La experiencia como profesionales en primera línea desde hace dos años, nos permite una reflexión y acercamiento a lo vivido al lado de los enfermos desde una óptica diferente. El contexto inicial de incertidumbre por la falta de medios de protección y diagnóstico, de dolor, de continua respuesta a nuevas necesidades y de adaptación a cambios radicales en el modelo de atención y de relación, nos ha descubierto la necesidad de incorporar nuevos enfoques en la atención en situaciones similares.

La adopción de estrictas medidas de aislamiento y distancia física para prevenir la transmisión
del virus ha transformado la actividad asistencial marcando distancia en lo eminentemente humano y vocacional: la cercanía a las personas asistidas.

Las restricciones y cambios en la forma de relacionarnos han provocado una ruptura en la vida social y en las relaciones familiares que ha tenido un gran impacto, especialmente en las personas mayores. La dureza de estas limitaciones no solo ha generado menor presencia de los seres queridos, aislamiento y soledad, también han alejado las expresiones de afecto como abrazos, caricias y besos.

Estas carencias han producido heridas a nivel emocional en las personas enfermas, las familias, los profesionales y en el conjunto de la sociedad. Cuidar en “un mundo roto” se ha convertido en una labor delicada y compleja.

Los profesionales de estos centros han tenido que afrontar de forma directa esta grave crisis sanitaria y salvar las limitaciones para acompañar en esta sombría etapa contra la Covid-19. Así, han superado la barrera física de la mascarilla, de la visera, del EPI. Han reforzado las palabras con expresividad en las miradas, con gestos, con mensajes en carteles y pizarras. Han acercado a la familia con tabletas y pantallas.

En este contexto, uno de los mayores retos ha sido estar al lado del sufrimiento de pacientes y familias. Afirma J. Gómez (2011) que, “cuando nos acercamos a una persona que sufre, sus emociones nos llegan y mueven.”

La relación entre el profesional y la persona que sufre sigue siendo la relación de dos seres humanos, cada uno con la riqueza de su mundo interior. La cercanía, la escucha y la sensibilidad del profesional ante el dolor son ingredientes de la asistencia que favorecerán un clima de confianza y apertura a una relación que implica, proyecta y transforma a ambos.

A pesar de las dificultades, los profesionales han descubierto que siempre es posible cuidar.
Que “la presencia” es el aliento que acerca las emociones y aleja la soledad.

Que la atención se deshumaniza si no integra “acompañar”.

El mundo necesita recuperar la interacción social y las demostraciones de afecto. La necesidad de humanizar la atención en estas circunstancias ha sido una exigencia en todos los centros que se ha visto aliviada con planes de humanización para reducir el sufrimiento que la Covid-19 produce tanto en el enfermo como en la familia.

En el momento actual, el efecto de la vacunación está permitiendo una relajación de las medidas en los centros de mayores. Estamos descubriendo el irremplazable e inmenso papel terapéutico que tiene la interacción social, la presencia de familia y amigos, los encuentros, los abrazos y afectos.

02 Vocación y valores. ¿Qué hay detrás del profesional?

El papel destacado que ocupa la vocación profesional y los valores se hace más visible en situaciones donde la exigencia profesional es máxima.

La pandemia por SARS -Cov-2 es un claro ejemplo de ello. Se ha puesto a prueba la esencia de los profesionales que han tenido que afrontar esta crisis con los medios disponibles. Su esfuerzo y entrega ha demostrado que la vocación imprime un color especial al ejercicio profesional.

La vocación profesional es un término íntimo y humanizador que admite múltiples matices en su definición. Es llamada que nace de un susurro interior, de una fuerza, de una ilusión. Es compromiso, entrega, dedicación. Es amor que impulsa a querer construir un mundo mejor.

Destaca Perales (2013) la reflexión que realiza G. Marañón: “La vocación médica lleva al médico a entregar su vida a la misión elegida manifestándola en amor invariable por el que sufre, cuanto en la generosidad con que presta su ciencia, cuanto en la conciencia cierta de que adonde no puede llegar el saber, llega siempre el amor.”

Es palpable la importancia de integrar conocimientos y calidad humana en la atención.
Los valores han servido de guía y referencia marcando unas coordenadas en esta pandemia. Han aportado firmeza, han sido refugio y abrigo cuando la adversidad se instalaba en el camino, cuando la hostilidad arrebataba las fuerzas, cuando la coherencia y firmeza para mantener el rumbo se debilitaba, cuando se descubrían sombras y una profunda soledad.

En nuestro Centro, el valor de la Hospitalidad ha sido una brújula esencial en la atención en estas circunstancias de aislamiento y enfermedad. La calidad, el respeto, la responsabilidad y la espiritualidad también han sido pilares y referencias en nuestra labor dirigida a favorecer una asistencia integral y humanizada a las personas mayores.
En este periodo de tiempo ha destacado de forma sobresaliente el valor de la disponibilidad. Afirma Torralba F. (2009) que “estar disponible quiere decir adoptar un espíritu de servicio en la vida. La persona que tiene espíritu de servicio no interpreta el hecho de dar el tiempo al otro como una pérdida de tiempo, sino más bien como una forma de ganarlo. La percepción y la valoración del tiempo que hacemos en nuestra vida es muy relativa y está muy condicionada por nuestros valores personales.”

La pandemia también nos ha demostrado el valor de la empatía, de la coordinación y el refuerzo entre equipos de distintos niveles de atención, despertando un sentimiento de solidaridad que nos ha hecho menos vulnerables (Herrero y Galán, 2020).

Herrero y Galan (2020) han reflexionado sobre el papel de la vocación y los valores del profesional en los primeros meses de pandemia. Afirman que, “al considerar la responsabilidad y el compromiso de los profesionales para cuidar de las personas mayores en las etapas iniciales de la pandemia, desde una perspectiva ética, surge la pregunta sobre la entrega del personal asistencial yendo más allá de sus deberes estrictos, ya que se expusieron a un riesgo elevado. ¿Es exigible esta exposición al riesgo? Para la persona con vocación, el olvido de sí mismo más allá del altruismo suele ser un elemento esencial y no accesorio de su profesión. No obstante, la responsabilidad de las instituciones sobre la salud de los profesionales ha de evitar riesgos excesivos e innecesarios proveyendo de los medios de protección necesarios.”

03 Aprendizaje y sanación.

Esta etapa profesional acompañando en una situación extrema ha sido experiencia y puede ser ayuda para reflexionar, valorar y mejorar.

La labor diaria junto a las personas mayores es fuente de oportunidades y de valiosas enseñanzas. Hemos descubierto la capacidad de adaptación y superación de las personas mayores frente a la adversidad. El trato con los mayores es enriquecedor. Fernández (2019) afirma que,
“el Papa Francisco, está convencido de que en el trato con los mayores podemos descubrir virtudes como la mansedumbre y la ternura que, parecen pequeñas, pero son las que resuelven los conflictos.”

Han surgido numerosas reflexiones sobre cómo prevenir y mejorar la actuación en las residencias de mayores ante nuevos brotes, pero queda mucho por hacer y estos centros no deben quedar en el olvido una vez pasados los momentos más críticos de la pandemia. Además de mejorar el diseño de estructuras, urge profundizar en la esencia de estos centros, las personas mayores que allí residen. Es imprescindible conocer su perfil de necesidades y preferencias para ofrecer una respuesta integral de calidad con personal suficiente, cualificado, cuidado y reconocido. Hemos descubierto que, para mejorar la atención y pese a las dificultades, hay que favorecer los “cuidados con presencia”.

Acompañar se ha convertido en un ingrediente esencial en la asistencia que ha comenzado a reparar y poner bálsamo en esa brecha generada durante el aislamiento. Refleja J. Gómez (2011) que “Acompañar es saber estar”, es presencia al lado del que está sufriendo. En este aspecto,
hemos descubierto el valor terapéutico de la presencia familiar.

La tranquilidad, seguridad, confianza, calor y
cariño que ofrece la familia lo convierte en un ingrediente que debe ser incorporado de la mejor forma posible en la asistencia, con las medidas de protección necesarias o los medios tecnológicos disponibles actualmente, especialmente en situaciones críticas y en la fase final de la vida.

La entrega extraordinaria y dilatada de los profesionales está generando en los entornos asistenciales con mayor estrés y exposición, síntomas de agotamiento físico y desgaste emocional ante una realidad cambiante y con mayores carencias desde que se inició la pandemia. Es posible que estemos viviendo uno de los momentos en los que sea más necesario “cuidar al cuidador”.

Las emociones del profesional ocupan un papel en la asistencia que en muchas ocasiones no son evaluadas. No podemos acompañar al que sufre si nuestro interior no tiene paz.

Se requiere un acercamiento y apoyo por parte de la sociedad y de las Instituciones hacia la labor de cuidar y sanar, especialmente en los centros dedicados a la atención de las personas más vulnerables. Es esencial seguir implantando mejoras en el modelo de atención y relación que ha generado el SARS-CoV-2 en los centros de mayores para evitar el aislamiento y la discriminación, así como dotar de suficientes medios técnicos y humanos y dar visibilidad a los cuidados profesionales.

Este periodo no será estéril si somos capaces de extraer de la experiencia una reflexión y aprendizaje que ayude a emerger, sanar y proyectar un nuevo horizonte asistencial.

Un horizonte que destaque el protagonismo de la vocación y los valores y cuide al profesional. Que reconozca el papel terapéutico de las relaciones humanas, los afectos y la solidaridad para avanzar como sociedad. Un nuevo modelo de atención que integre a profesionales y familia en la “necesidad de acompañar” evitando la deriva del paciente y la soledad.

Bibliografía

Fernández, Eva. (2019). El Papa de la ternura. Ed Planeta.p.182. Barcelona.

Gómez J. (2011). Cuidar siempre es posible. Editorial Plataforma Actual. (ppp.73-90). Barcelona.

Herrero Panadero, M. I., Galan Gonzalez Serna, J. M. (2020). Ética de la incertidumbre en tiempos de pandemia: a propósito de un caso. En R. Amo Usanos, F. de Montalvo Jääskeläinen. (Eds.). La humanidad puesta a prueba. Bioética y COVID-19, (pp. 297-313). Madrid: Universidad Pontificia Comillas.

Perales, Alberto, Mendoza, Alfonso, & Sánchez, Elard. (2013). Vocación médica: necesidad de su estudio científico. Anales de la Facultad de Medicina, 74(2), 133-138. Recuperado en 11 de diciembre de 2021, de http://www.scielo.org.pe/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1025-55832013000200009&lng=es&tlng=es.

Torralba Francesc (2009). Cien valores para una vida plena. La persona y su acción en el mundo. Editorial Milenio (pp267-69). Lleida (España).

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