para unas personas muy especiales.
Lourdes Casas Rodríguez
Profesora de educación especial y responsable del SAER. Centro San Juan de Dios. Valladolid.
En todos los centros de atención social o sociosanitaria hay un funcionamiento, una manera de hacer las cosas y un estilo de atención que responde a un modelo asistencial propio.
En nuestros centros de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios también tenemos un modelo asistencial que da respuesta a las necesidades de un colectivo muy variado, pero con una característica común de vulnerabilidad, derivada de variadas situaciones.
Este modelo asistencial es fiel a la identidad institucional sustentada en unos principios y valores perfectamente definidos, expresa un estilo concreto que denominamos “el estilo de San Juan de Dios”, presta una atención integral que tiene en cuenta todas las dimensiones de la persona y está en proceso de mejora continua para atender a la persona con calidad y calidez.
La realidad es que no todos los centros de la Orden Hospitalaria son iguales y hay una gran variedad en cuanto a los colectivos atendidos, tanto en el campo de la salud como en el de los servicios sociales y que nosotros denominamos sectores de atención.
Pero esto no es impedimento para compartir un modelo de atención en este marco de complejidad de servicios, sino que es una oportunidad para trabajar con un estilo propio en el que se pone en el centro a la persona vulnerable, teniendo en cuenta una serie de aspectos fundamentales como la humanización, la asistencia espiritual y religiosa o la bioética.
Y la gran riqueza añadida es que cada centro en función de su naturaleza y el colectivo de personas a las que atiende, concreta aún más ese modelo a su singularidad, para garantizar una respuesta asistencial adaptada y de calidad.
En este artículo, me voy a centrar en el modelo de atención al colectivo de personas con discapacidad intelectual. Si echamos la vista atrás a los últimos dos siglos, ha habido una evolución en los modelos de atención a las personas con discapacidad.
Si nos remontamos a los inicios de los centros de la Orden Hospitalaria dedicados a la atención a personas con discapacidad en nuestro país, nos tenemos que situar a mediados del pasado siglo.
En este momento el modelo que había en la atención a este colectivo, era el médico-rehabilitador que ponía el foco en rehabilitar a estas personas. De hecho, el centro en el que yo trabajo de Valladolid se inauguró en el año 1960 con el nombre de “Instituto Médico-Pedagógico infantil del Niño Jesús para niños deficientes mentales”, respondiendo claramente a ese modelo de la época. De este modelo de causa científica, se pasó a un modelo de causa social que se inicia en los años 70 y que pone en foco en la sociedad en lugar de en la persona.
Sitúa la raíz del problema en las limitaciones de la sociedad para asegurar las necesidades de las personas con discapacidad y pone en valor la dignidad de estas personas, la aceptación de la diferencia, su utilidad en la sociedad y el reconocimiento de sus derechos.
Este modelo fue un avance y el punto de apoyo para avanzar al siguiente que fue el de la inclusión social, en el que nos encontramos actualmente y que ha tenido un gran impulso en el año 2006 con la Convención de las Naciones Unidas de los derechos de las personas con discapacidad.
En este modelo el foco se pone en la inclusión social, es decir en que las personas sean ciudadanos de pleno derecho, para lo cual la sociedad tendrá que hacer una serie de actuaciones a varios niveles para lograr la participación plena de estas personas en todas las esferas de la vida social.
Esto es tan solo una pincelada de la evolución de modelos y paradigmas que han existido en la atención a personas con discapacidad.
Nuestros centros han ido evolucionando también al ritmo de la sociedad y se han ido adaptando a cada momento para ofrecer una repuesta adecuada a este colectivo. Creo que siempre ha habido un esfuerzo constante por mejorar y ofrecer la mejor y más actualizada calidad asistencial.
Pero lo fundamental es que esos modelos que se nos proponían los íbamos enriqueciendo con unos ingredientes propios que han hecho de ellos unos modelos únicos, con una identidad y estilo característico.
Esto puede parecer algo teórico o incluso ficticio si no se conoce el funcionamiento de nuestros centros de atención a personas con discapacidad intelectual.
Pero esto es una realidad, y a modo de ejemplo el pasado año en el mes de febrero, en las Jornadas de Buenas prácticas en los centros de atención a personas con discapacidad de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, que organizó La Ciudad San Juan de Dios de Alcalá de Guadaira, pudimos comprobar la gran riqueza y profesionalidad de nuestros centros.
En el folleto de difusión del encuentro, explicaba que, en este contexto de cambios de paradigma constante hacia la inclusión, es una obligación para los que compartimos esta identidad institucional, reflexionar constantemente sobre nuestra propia práctica diaria y enriquecernos a partir del intercambio de experiencias.
Y en este encuentro a través de todas las “buenas prácticas” que se presentaron de prácticamente todos los centros de España, se pudieron ver una serie de ingredientes comunes, como apuntaba anteriormente que recorrían de forma transversal el modelo de atención.
Estos ingredientes diferenciadores impregnaban las diferentes experiencias cuando en todas ellas se podía palpar un modelo de atención integral en el que todos los profesionales trabajan en equipo para ofrecer los apoyos necesarios a cada persona teniendo en cuenta todas sus dimensiones.
Y si nos centramos en la dimensión emocional y/o en la espiritual, también se puede ver como hay un reconocimiento pleno de las capacidades de la persona con discapacidad y del derecho a una atención espiritual y/o religiosa personalizada que le aporte bienestar.
Otro de los ingredientes es la bioética, que parte del reconocimiento y respeto de la dignidad inherente de las personas con discapacidad y hace un recorrido por todos los principios fundamentales y los valores de la Orden Hospitalaria aplicados con profesionalidad a este colectivo, poniendo en valor su autonomía y desarrollo personal de forma constante.
Y, por último, la humanización que es algo que no solo se puede explicar, sino que se puede sentir en el trato diario. En nuestra Carta de Identidad dice que la humanización consiste en lograr que todos los profesionales trabajen por, para y con el enfermo, aplicando los mejores medios técnicos al servicio de la persona asistida.
Creo que lograr este equilibrio es fundamental y es una realidad en nuestros centros de atención a personas con discapacidad.
Los modelos de atención seguirán cambiando con los tiempos y evolucionarán como lo han hecho hasta ahora, pero la clave está en que no perdamos esta identidad que nos hace trabajar con un estilo propio, el estilo de San juan de Dios.
Bibliografía
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Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad. ONU (2006).
Etxebarria, X. (2005). Aproximación ética a la discapacidad. Bilbao: Universidad Deusto.
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