Calixto Plumed Moreno, O.H.
Director de Labor Hospitalaria.
Resumen de las experiencias vividas en las diferentes delegaciones diocesanas de Pastoral de la salud, que se recogieron en el Encuentro de delegados que organiza, anualmente, la Dirección Nacional de Pastoral de la Conferencia Episcopal Española.
01 | ¿Cómo hemos vivido esta situación de pandemia?
Conceptos tales como: impotencia, incertidumbre, desorientación, desconcierto, angustia por no poder atender a las demandas que aparecieron ante esta situación y que en la mayoría de los delegados lo han experimentado tanto como ciudadanos, como profesionales y como agentes de pastoral. También han denotado la poca preparación de las estructuras hospitalarias y sanitarias para poder asumir situaciones como la presente, de manera especial los que son profesionales sanitarios y agentes de pastoral.
Difícil manera de asumir la realidad de la soledad en los pacientes y las familias de las personas afectadas por la COVID-19 y en el plano de acompañamiento pastoral, lo poco desarrollada que está la atención pastoral a las personas mayores tanto en el ámbito parroquial como en el institucional. Se podía concluir la constatación de falta de cariño y compañía ante la muerte en soledad.
Imagino que como todos; con miedos, incertidumbre, soledad…pero también esperanzados y con la intención continua de buscar cauces para atender las necesidades de los demás. Además, aquellos que lo hemos vivido en el hospital, siendo aún más conscientes de la gravedad de la situación y por tanto en mayor medida de todo lo comentado con anterioridad.
Se ha vivido con mucha intensidad a la hora de tratar de responder a la demanda de asistencia religiosa en los hospitales, al principio sin EPIS los capellanes no podíamos hacer otra atención que no fuese telefónica con los familiares, sin poder entrar a ver a los enfermos. Una vez que se proveyó del material necesario comenzaron las visitas a enfermos, lo cual alivió mucho a los familiares.
Para muchos era un alivio que recibiese la unción de los enfermos. Se ha estado muy atento a las necesidades de los profesionales sanitarios para que se sintieran acompañados. Y se ha vivido con tristeza el no poder visitar y acompañar a los mayores en las Residencias y hogares particulares.Inicialmente con miedo e incertidumbre.
Los grupos de pastoral de la salud parroquiales han visto muy disminuida, y en muchos casos suspendida, su actividad. Gran parte de las personas que se acompañan y sus familias pidieron dejar de ser visitadas por el miedo al contagio.
No se pueden visitar las residencias. Las reuniones
de los grupos y equipos o se han suspendido o han pasado a ser virtuales, perdiéndose el contacto y lo hermoso de la presencia. A medida que ha ido evolucionando la situación se han ido retomando actividades, pero en ningún caso al nivel de la situación prepandémica.
Sobre todo desconcierto ante tantas incertidumbres, no se conocía casi nada del virus y las informaciones iban cambiando conforme se descubrían novedades sobres él y eso hacía que fuéramos cambiando protocolos y todo esto era fuente de inseguridad, esto junto el ver cómo personas cercanas enfermaban, conocidos morían y sobre todo personal sanitario bien por ser familia o conocidos por la delegación se enfrentaban a la “muerte” desprovistos de material…sin seguridad…viendo cómo sufrían física y moralmente….ha producido un gran desconsuelo.
Pero también lo hemos vivido con esperanza al ir conociendo avances en los tratamientos y en prevenciones y sobre todo al ver cómo la mayoría de las personas eran capaces de sacrificarse por el otro.
Desde la Pastoral de la Salud, ha sido difícil, la situación de pandemia ha provocado limitaciones para asistir a domicilio, unas veces por las medidas de seguridad, otras que los enfermos y/o las familias no permitían las visitas, y por parte de los agentes de Pastoral también expresaban miedo ya que la mayoría son personal de riesgo por patologías y por la edad. La atención se ha realizado por teléfono a las personas enfermas, en algunos casos ha resultado difícil.
El Secretariado, además del tema de la Campaña del día del enfermo con el lema “Cuidémonos mutuamente” contextualizado en el momento de pandemia que estamos viviendo, que se envió a todas las parroquias.
También se ha elaborado un documento práctico que dirigido al Agente de Pastoral atendiendo a las modalidades de atención presencial y/o no presencial a los enfermos y familia; “Pastoral de la Salud en la pandemia, orientaciones y recomendaciones”.
de Pastoral son elevadas y por tanto eran los primeros a los que responsablemente debíamos proteger. Como después expresaremos la Creatividad también fue un punto de inflexión importante, en un principio estábamos tan atemorizados y replegados que parecíamos habernos quedado sin recursos para solventar la visita presencial.
- En espera, con cierta inhibición.
- Dinamizando desde la esperanza: acciones concretas, disposiciones especiales. Caridad y solidaridad.
02 | ¿Qué hemos aprendido de esta situación?
La incertidumbre de estar confinados “encerrados” nos llevó a experimentar que la incapacidad de buscar tiempos tan necesarios para el encuentro familiar, tomaban relieve e importancia en nuestras vidas. Se puso en valor no sólo la vida, sino el compartir en familia.
La creatividad o la ausencia de la misma en estos momentos, ya que tuvimos que empezar a sortear la “barrera infranqueable del contacto estrecho” a través de medios digitales para no dejar atrás el bello servicio que cada agente de Pastoral realiza en su entorno.
Y empezamos a compartir unos con otros medios y soluciones para poder realizar al menos visitas virtuales a nuestros enfermos y sus familiares (llamadas telefónicas, videollamadas) el uso de estos medios fue uno de los primeros que hicieron volver a poner de relieve a la familia cuando queríamos contactar con mayores que no manejaban medios como video llamadas o WhatsApp. Como los nietos e hijos han sido verdaderamente intermediarios de comunicación. La puesta en valor de la solidaridad que se ha despertado de forma general en la sociedad y que ha sacado lo mejor de muchas personas de forma sencilla y sin hacer ruido.
Esto nos ha hecho testigos de “las Semillas del Verbo” en nuestra sociedad, ya que valores tan evangélicos y que normalmente los consideramos como propios o exclusivos de los cristianos, los hemos identificado en pluralidad que abarca nuestra sociedad española y reconocemos que la acción del Espíritu no es “monopolio de nadie”.
La valentía de todos aquellos que no tenían permisos expresos de movilidad por no ser profesionales de servicios esenciales y que aun así, vivieron el riesgo de aportar su tiempo y esfuerzo en hacer llegar a muchos mayores y enfermos todo lo necesario para la supervivencia en sus domicilios durante el confinamiento, aún a riesgo de las anunciadas sanciones económicas a quien no respetara el confinamiento.
Hemos aprendido a valorar el silencio, la necesidad de cultivar la interioridad y la necesidad de orar para desde aquí ahondar en lo que
estábamos viviendo, disfrutar de la soledad como tiempo regalado en lugar de experimentarla como imposición, aprovechar ese tiempo para fortalecer el misterio de la comunión de los santos y experimentarnos intercediendo unos por otros.
Sentir la presencia del Señor en nuestras vidas, a través de tantos gestos amorosos de incluso no creyentes, vecinos, desconocidos, nos ha llevado a reconocer la importancia del “sacramento de la presencia” y es que la necesidad de estar presentes, de acompañar físicamente, la importancia del contacto frente a aquellos que sufren ha despertado también en nosotros la importancia de los gestos y cómo ser unos para otros esa presencia de Dios.
Al inicio nos daba miedo el contacto. Pero en unos meses pusimos en alza el valor de los pequeños gestos, la importancia de saludarnos y mirarnos a los ojos, el ser capaces de sonreír con la mirada cuando las mascarillas fueron la principal barrera para compartir la vida y lo que en esencia somos. Ha supuesto volver a una sencillez de trato tal vez perdida.
Hemos aprendido sobre todo a ponernos en el lugar de tantos enfermos a los que visitamos con movilidad reducida y que no pueden participar de nuestras celebraciones si no es por los medios de comunicación, ya sea radio, televisión o las retransmisiones que se pusieron en alza por canales digitales. Y aprender a saborear la presencia del Señor más allá de poder participar presencialmente en la eucaristía.
Hemos aprendido: Reconocer la necesidad de trabajo en red. Relación y coordinación con otras instituciones, además de dentro de la Iglesia.
La Iglesia tiene mucho que aportar en medio de esta sociedad dominada por el laicismo.
Primera línea de los capellanes y asistentes espirituales en centros sanitarios.
Hemos mirado para otro lado durante mucho tiempo en relación con la calidad de la asistencia en las residencias de ancianos.
Incluso aquellas instituciones de atención a los ancianos, vinculadas de alguna manera a la Iglesia, pero con gestión privada o pseudoprivada nos han sorprendido o decepcionado.
Deficiencia de atención en residencias de ancianos. Necesidad de implicarnos más en esta tarea.
Poner en valor la ética del cuidado, es muy necesario.
Hemos recordado: La interdependencia y corresponsabilidad
La vulnerabilidad y fragilidad de todos.
El miedo…
El valor de la esperanza como motor de la acción.
Priorizar en las cosas sencillas. La esencia.
Hemos sido conscientes de que el utilitarismo nos intenta convencer.
03 | ¿Qué perspectivas vemos para la Pastoral de la Salud tras la COVID-19?
Llamados a dar testimonio de la ternura y misericordia de Dios ante tanto sufrimiento y dolor en esta situación pandémica de manera especial a los “descartados”. Ser llamados a poner en marcha los procesos que lleven a una cultura de protección y el cuidar del otro, especialmente de las personas mayores.
Renovación de la atención de los enfermos en el hospital con los presbíteros jóvenes o agentes de pastoral que tengan predilección por la dimensión sanitaria en la evangelización del enfermo.
Creación de una aplicación (app) para cada parroquia donde se pueda tener un listado de enfermos que necesitan asistencia religiosa o espiritual localizados en su domicilio, hospital o residencia.Tener atención especial a la soledad, de manera especial a las personas mayores vulnerables.
Consolidación en las parroquias de la Pastoral de la Salud. Conseguir un buen equipo de agentes de pastoral a nivel interdiocesano bien formados es BÁSICO.
Redoblar esfuerzos y afianzar nuestro objetivo de llevar a los enfermos, sufrientes y sus familiares. Esta pandemia debe revitalizar nuestra misión.
Hay temas que urgen y en los que debemos clarificar y potenciar nuestras acciones: soledad, final de vida, apoyo a los cuidados paliativos (ahora entra una ley de eutanasia), atención espiritual en los hospitales, la atención a enfermos en la vida parroquial, atención al duelo (más aún por la actual pandemia), atención a los profesionales…
Debemos potenciar los medios de comunicación y actuaciones comunes con la Delegación Nacional y otras diócesis, especialmente las de nuestra comunidad autónoma.
Debemos ir haciendo un trabajo (en Andalucía parece que de forma más urgente) de revisión y argumentación de los acuerdos Iglesia-Estado (o comunidad autónoma) sobre la atención religiosa en los centros sanitarios. No creo que sea suficiente con ratificar lo actual. ¿Realmente estamos actuando y respondiendo como se necesita?
En la mayoría de los ámbitos y cuestiones que se plantean en el futuro, deben potenciarse los aspectos que nos unen con otras comisiones/delegaciones (por ejemplo; con Familia y Vida en el caso de los cuidados paliativos y eutanasia).
Creo que no se puede descuidar, antes bien incrementar los esfuerzos en este área pastoral ante los desafíos que se presentan. Apuesta decidida por reclamar Unidades de cuidados paliativos y emprender acciones de información sobre los peligros que encierra la ley de la eutanasia.
Sensibilizar y crear conciencia sobre esa triste pandemia de la soledad que nos golpea hace tiempo y se irá haciendo más extensa y presente.Tener presente la acción pastoral hacia los profesionales del campo de la salud y hacia los cuidadores de enfermos y mayores.
En lo que a la diócesis de Málaga se refiere, procuraremos retomar los encuentros presenciales a todos los niveles, las visitas a las personas enfermas en domicilios y residencias, renovación de las personas que integran los grupos, elaboración de un proyecto diocesano de pastoral
de la salud y hacer de toda la comunidad cristiana sujeto y objeto de pastoral de la salud, para que las parroquias se conviertan en recursos
saludables y salutogénicos para su entorno, anunciando a toda la sociedad la salud que
emana del Evangelio.
Lo primero es querer pensar que hemos aprendido como sociedad y a nivel personal…. y que sobre todo pongamos en marcha de forma consciente la prevención como forma de sanación y no esperar enfermar.
Retomar las actividades programadas atendiendo a las medidas que aún están vigente y corresponde a la situación de pandemia. Las que no podamos recuperar en el actual curso, las retomaremos en el próximo curso 2021-22.
Uno de los mayores retos que nos planteamos es por tanto implementar la formación de nuestras agentes de Pastoral tanto a nivel humano como en el acompañamiento espiritual de nuestros enfermos, sus familiares y acompañantes. Así como en medidas de prevención sanitarias.
Ser capaces de subirnos al tren de las nuevas tecnologías y hacerlo sin que descarrilen nuestros mayores ni nuestros agentes de Pastoral, formarlos también en esto para que ninguna pandemia pueda ser impedimento de que dejemos de realizar el acompañamiento a nuestros mayores y enfermos, e incluso humanizar estos medios y hacerlos siempre cauces de encuentro, vida y experiencias compartidas.
Durante esta pandemia que trataba de proteger por todos los medios la vida nos encontramos con la incongruencia del proyecto de ley y posterior aprobación de la Ley de la Eutanasia en nuestro país, algo que a nuestros agentes de Pastoral también ha creado bastante inquietud, puesto que es otro campo a cubrir en formación para saber acompañar estos procesos, para que puedan ser puentes de una correcta información y conocimiento de cómo los cuidados paliativos y un buen acompañamiento al enfermo y sus familiares son una buena alternativa.
Debemos mejorar los espacios de oración compartida y/o proporcionar momentos de encuentro con el Señor, de los agentes de Pastoral, los enfermos y sus familiares. Momentos en que se les presente a Jesús en su cercanía y especial predilección por los que sufren y qué este sea redescubierto como referente de sus vidas a través de su Palabra y actos que hablan de salvación integral de la persona.
Vemos del mismo modo que el futuro de la Pastoral de la salud pasa por un testimonio de vida coherente en que presentemos la amplitud del acompañamiento y no sólo una pastoral de sacramentos y éstos conectados con la vida.
Hemos evidenciado en algunas ocasiones la deshumanización de la salud dando lugar a una atención sanitaria en el que se violan los derechos del enfermo no sólo a estar acompañado de sus familiares/seres queridos, en situaciones finales de la vida, sino en los momentos en que se les ha denegado el derecho de asistencia/acompañamiento espiritual. Por ello entendemos que el reto está en ser valientes defensores de ambos derechos fundamentales de la persona, y si es preciso emprender acciones legales que los restituyan.
Sería positivo una declaración conjunta de la Conferencia Episcopal Española, a modo de denuncia profética con respecto a esta deshumanización de la salud que en todas las comunidades autónomas estamos evidenciado.
Somos conscientes de que la soledad impuesta en el confinamiento cuando ésta no es vivida como oportunidad de crecimiento interior constituye para nuestros mayores y enfermos una amenaza, con lo cual la soledad indeseada por tantos nos interpela al acompañamiento presencial realizado con todas las medidas de seguridad, ya que esta presencialidad será quien nos haga garantizar un verdadero acompañamiento pastoral.
Otro reto está en el cambio en el orden social en cómo nos relacionamos, hacerlo con más humanidad, tal vez sea nuestro momento de hacer aún más presentes los valores del Reino.
En el ámbito de la bioética, vivimos con cierto escándalo la tibieza en nuestra denuncia profética el momento en que se seleccionaba a quién conectar a un respirador en función de su edad y posibilidad de éxito del tratamiento anti-Covid. Ciertamente debido a la demanda masiva y el desabastecimiento que se vivió en general no sólo en nuestro país sino a nivel mundial. Creemos que sería preciso si esto vuelve a ocurrir u otras situaciones parecidas alzar la voz por los sin voz.
Otro reto es el de ser capaces de generar debate social que abra a la reflexión del valor de la vida y de la dignidad de nuestros mayores, encontramos que están actualmente devaluados, como bien expresa el Papa Francisco los descartados por la sociedad.
Consideramos que en Canarias hemos de emprender la colaboración con las residencias de mayores de ámbito público y privado para que el acompañamiento espiritual sea una realidad, ya que actualmente no está bien cubierto.
Iniciarnos en el trabajo en red, para mejorar la comunicación entre agentes de Pastoral para que ninguna emergencia – soledad quede sin atender, que nadie muera en soledad.
Consideramos importante retomar el acompañamiento a las personas con duelo conflictivo o no elaborado, originados por la imposibilidad de realizar los ritos de despedida.
Presencia en las instituciones sanitarias.
Acompañamiento a enfermos, familias, profesionales…
Testimonio del Buen Samaritano en los hospitales y centros sociosanitarios.
Rastreadores y detectores de nuevas necesidades.
Importancia de los sacramentos de Vida.
Papel más activo (reasignar) de la Pastoral de la Salud a nivel de las comunidades (Parroquias, UPAs).
Coordinación con Cáritas y otros organismos.
Somos una Pastoral de VIDA y de salud. La importancia de acompañar en la soledad.
Somos una Pastoral necesaria e imprescindible que debe reivindicar su justo protagonismo Pastoral: fidelidad al mandato evangélico.
Necesidad que la Pastoral de la salud como departamento, subcomisión… permanezca.
Su omisión en el organigrama de la Conferencia Episcopal Española y también de la Santa Sede es improcedente, inoportuna y difícilmente explicable (obviar la referencia explícita a la salud en cierto modo traicionar un mandato evangélico, y merece una reflexión muy seria por parte de todos).
La Pastoral de la salud está llamada a seguir siendo un elemento fundamental en el mundo de la enfermedad y del sufrimiento, por lo que hemos de aprovechar la experiencia de la pandemia, que hemos padecido, para mejorar en nuestra acción pastoral.
Pastoral hospitalaria
El principio de la pandemia fue un tiempo muy duro, en el que, con grandes dificultades, pudimos acompañar a los enfermos, a sus familias y al personal del hospital, hundido en el sufrimiento; lleno de fe y esperanza, movido por el amor a Dios y a nuestros hermanos; llevándoles, en todo momento, el consuelo que sólo Dios nos sabe dar.
La dimensión sacramental de nuestro ministerio ha sido fundamental. El alivio que trae el perdón de los pecados, la fuerza santificante de la Unción de los Enfermos y la gracia de la Eucaristía, han mostrado una virtud y una eficacia que han constituido el núcleo de nuestra acción pastoral en este tiempo.
La Santa Unción es el gran sacramento que nos cuida en la hora suprema de la vida, y muchas veces ha sido el único que hemos podido administrar, ya que por él se nos han abierto las puertas del aislamiento más riguroso. Allí donde no podían acercarse los familiares, los seres queridos, se acercaba Cristo con su gracia en la Unción.
A los familiares de los enfermos les hemos llevado el consuelo de Cristo. Y la firme esperanza de la resurrección a quien llora la muerte de sus seres queridos. Nuestra misión ha sido, también, llevar la esperanza de Dios a los profesionales. Al confortar a los médicos, al personal de enfermería y a todos cuantos tienen la misión de curar y cuidar a los enfermos, nos hemos unido a su cansancio y su angustia, a su cuerpo agotado y su alma dolorida.
Ante una crisis como la que hemos vivido, se ha visto la necesidad de contar con un buen equipo de capellanes, debidamente formado y preparado para que ejerzan su ministerio pastoral con la mayor efectividad posible.
El capellán ha de ser una persona capacitada y preparada espiritual, psicológica y físicamente para desarrollar esta misión.
En el ámbito de la espiritualidad de los capellanes, hay que insistir en la dimensión martirial de su ministerio: la de cuidar a los enfermos aun a riesgo de su propia vida, dando testimonio de que el amor a Cristo -que está en cada uno de los enfermos- es más grande que el miedo al contagio, a la enfermedad y la muerte.
De ahí también la necesidad de elegir como capellanes a sacerdotes que tengan vocación manifiesta para la pastoral sanitaria, ya que no todos tienen la imprescindible sensibilidad para asistir a los enfermos en el medio hospitalario.
Además, es necesario que reciban una adecuada formación específica, teológica y pastoral, sobre la salud, la enfermedad y la persona enferma, así como una profundización en la teología sacramental, de forma singular en la Santa Unción. Del mismo modo, los capellanes deben tener conocimientos básicos de la normativa legal que les afecta, conociendo los derechos y deberes que les incumbe, como personal del hospital que es.
Otro tema formativo, de gran interés, es el de las habilidades de relación de ayuda y de acompañamiento, ya que el capellán debe conocer y ayudarse en su labor con esas destrezas para acompañar al enfermo y su familia.
Las condiciones físicas de los capellanes se han revelado sustanciales ante una crisis sanitaria como la vivida. No suele ser conveniente que los capellanes sean de edad avanzada, ni que padezcan alguna enfermedad debilitante o que les impida realizar adecuadamente su ministerio.
Dado que en nuestros servicios hospitalarios tenemos una elevada proporción de sacerdotes de edades medianas y jóvenes, esto ha sido determinante para que los servicios pudiesen continuar adecuadamente sus funciones aun en plena pandemia. Por ello, en la Comunidad Valenciana, no ha sido necesario requerir la ayuda de sacerdotes externos al servicio para colaborar en la atención religiosa hospitalaria, aunque teníamos abundantes y generosos ofrecimientos en tal sentido.
En alguna diócesis prestan también su servicio personas idóneas. Si bien éstas pueden colaborar en la pastoral sanitaria y desarrollar una excelente labor, hay que asegurar que en cada hospital exista siempre el suficiente número de sacerdotes que permita la atención sacramental de los enfermos.
Aunque teníamos suficiente personal para atender toda la demanda que esperábamos se produjera, sin embargo, por diversas causas, ésta bajó sustancialmente. Aun en los peores momentos, las visitas a los enfermos en situación de aislamiento se pudieron realizar para impartir los sacramentos y, especialmente, la Santa Unción, aunque a veces ha supuesto un gran esfuerzo vencer las comprensibles y férreas reticencias de algún personal sanitario para estas visitas.
La pastoral de la salud está llamada a seguir siendo un elemento fundamental en el mundo de la enfermedad y del sufrimiento, por lo que hemos de aprovechar la experiencia de la pandemia, que hemos padecido, para mejorar en nuestra acción pastoral.
Pastoral sociosanitaria
Las personas de edad avanzada han sufrido un confinamiento muy riguroso que ha producido un acelerado deterioro corporal y mental, siendo especialmente notable el causado en los enfermos de Alzheimer. Nuestros mayores dependientes, tanto los residentes en los centros sociosanitarios como los que viven en sus domicilios familiares, han sido los que más han sufrido en este tiempo.
La pandemia produjo el cierre de toda actividad pastoral en las residencias de mayores. Los capellanes se vieron imposibilitados de acudir y durante meses se vieron privados nuestros residentes de participar en la santa Misa. En las habitaciones que disponen de televisión, podían seguir virtualmente la celebración eucarística, pero hay muchas que no tienen esa posibilidad. Poco a poco, la situación se ha ido normalizando, pero continúan algunas restricciones y sin poder colaborar aún el voluntariado.
En algunas residencias religiosas, el sistema de megafonía hacía llegar el consuelo de la fe hasta el último residente, hasta el último rincón.
Qué importante ha sido, en este tiempo en que han estado confinados, que cuando la religiosa o el trabajador acudían a cuidar al anciano, lo hacían acompañados de la ternura de la mano y del corazón que llevaban el amor de Dios, y de la palabra afectuosa que transmitía la esperanza compasiva de nuestro Señor. Su formación pastoral se ha revelado muy eficaz.
La pastoral en los centros sociosanitarios se encuentra en una situación, en general, muy débil y necesita notables esfuerzos para desarrollarla. Lo que está sucediendo en nuestras residencias es de una gran gravedad. Son muchas las causas que inciden en esta situación. No será una tarea fácil, pero es una deuda que tenemos para con las personas mayores que lo han dado todo por nosotros.
Pastoral parroquial
La Pastoral de la salud en las parroquias se resintió, como toda acción pastoral, durante el confinamiento. Dado que nuestros agentes de pastoral no podían realizar visitas físicas, estas fueron sustituidas por las llamadas telefónicas. Paulatinamente, los visitadores de enfermos han vuelto a reiniciar su actividad, aunque presenta actualmente grandes dificultades.
En la mayoría de las parroquias, son un pequeño grupo de personas de edad avanzada. Hay un descenso progresivo de su número, a la vez que son más mayores. Además, por la pandemia, muchos han dejado de participar, resintiéndose las visitas domiciliarias.
Se hace, pues, más acuciante la necesidad de un rejuvenecimiento generalizado de nuestros agentes pastorales, así como de la animación, formación y acompañamiento de los mismos, a la vez que la sensibilización de los sacerdotes para que apoyen y participen en esta pastoral, que cada vez tendrá más fieles a los que atender por el natural envejecimiento de la población, así como a sus familiares y a los cuidadores de los enfermos.
En estos meses ha aumentado considerablemente el número de personas mayores y dependientes que permanecen sin salir de sus domicilios. La soledad se ha intensificado con el confinamiento. La misión de acompañarles en su soledad se está haciendo cada vez más necesaria.
Pastoral diocesana
Desde el primer momento se hizo un especial acompañamiento de los capellanes de nuestros servicios religiosos, especialmente por vía telefónica y por mensajería instantánea, dado que por el confinamiento se hicieron imposibles las habituales reuniones presenciales. Las nuevas tecnologías favorecieron el poder resolver en tiempo real cuantas dificultades, dudas y problemas se suscitaban en el cambiante día a día. El acompañamiento personal es un elemento fundamental en la actividad de las delegaciones diocesanas, pues siempre hemos de cuidar al cuidador.
Pronto se vio que los enfermos y sus familiares no estaban solicitando en los hospitales la asistencia religiosa que hubiera sido de desear y que todos esperábamos. Por el contrario, ésta disminuyó muy notablemente, tanto en las peticiones de visitas como en el acompañamiento y en la administración de los sacramentos. Así pues, era necesario sensibilizar a nuestros fieles para que sintieran la necesidad de que, cuando cayeran enfermos ellos o sus seres queridos, no dudasen en solicitar la asistencia religiosa en los hospitales.
Por otra parte, era de justicia hacer presentes ante la sociedad a nuestros capellanes, como personal sanitario que también son, pues frecuentemente no se piensa en ellos como profesionales del hospital, así como poner en valor todo lo que hacen con su labor silenciosa y abnegada, con su esfuerzo y generosidad.
Teniendo presentes estos principios, nuestras diócesis produjeron intensas campañas de sensibilización, con reportajes en televisión, spots, artículos periodísticos, cuñas radiofónicas, carteles y otros medios audiovisuales, que tuvieron una amplia repercusión. Campañas que se han de mantener en el tiempo para reforzar la promoción de este servicio entre nuestros fieles.
Así pues, los servicios de asistencia religiosa católica en nuestros hospitales han mostrado ser robustos y capaces de subvenir crisis sanitarias excepcionales como la que hemos vivido. Pero hay que insistir en el cuidado y acompañamiento de los capellanes, así como en la sensibilización de la población sobre la necesidad que todos, creyentes y no creyentes, tenemos de ser acompañados espiritualmente cuando estamos enfermos.
Hasta el momento de iniciarse la pandemia las tres diócesis organizábamos encuentros interdiocesanos, reuniones de capellanes alguna vez al año, contrastando los diferentes modos de realizar la pastoral de la salud en nuestras diócesis.
Somos 25 personas, entre Capellanes y algunas personas idóneas, quienes atendemos pastoralmente las necesidades espirituales y religiosas en los doce hospitales públicos de Extremadura.
Y en este periodo de pandemia, hemos tenido que afrontar diferentes cambios. A nivel interdiocesano hemos suspendido los encuentros y esperamos poder reanudarlos en breve. En el ámbito diocesano también hemos dejado provisionalmente la actividad de los voluntariados salvo en aquellos casos que eran muy necesarios por diferentes motivos y con muchas precauciones. Este es el caso de algunos enfermos con cuidados paliativos.
Por otra parte, cada hospital ha generado su propia normativa para organizar mejor la atención a los enfermos, y para eso, a veces, ha sido preciso restringir el acceso a ellos, reduciéndose a un solo acompañante, y el acceso controlado a los espacios de actividades comunes, como las celebraciones de culto.
En algunos hospitales hemos suspendido los cultos porque no era posible el acceso de las personas del exterior al hospital, para otra actividad que no fuera acompañar a un familiar enfermo.
En cuando a nuestra actividad pastoral dentro del hospital, hemos tenido que extremar las precauciones, lo cual generaba en ocasiones un cierto estado de inquietud. Y también hemos tenido que indagar junto a los agentes sanitarios, cómo realizar un mejor acercamiento a aquellos que nos necesitaban más.
Pero también es verdad que este estado de cosas nos ha aportado algunos aspectos positivos y no desdeñables de cara a la pastoral de la salud. Podríamos decir que esta pandemia nos está evaluando a todos. Y nos está examinando sobre los niveles de humanización que estamos consiguiendo en realidades tan diferentes de sufrimiento.
Qué capacidad de resistencia ante la adversidad, y cómo somos capaces de reaccionar ante los diferentes rostros del sufrimiento humano. Y, por otro lado, qué competencias necesitamos adquirir, como agentes de pastoral, para mejorar nuestra aproximación al ser humano en la diversidad de circunstancias. Y aquí nos hemos encontrado con la soledad como situación a acompañar de la mejor forma deseable.
La Pastoral de la salud, antes de la pandemia gozaba de facilidad organizativa. Ahora, hemos tenido que organizamos mejor para llevar a cabo los acompañamientos a los más débiles.
Tenemos por delante una necesidad de formarnos mejor, no por motivos de curriculum, sino por un servicio cualitativamente mejor a los enfermos con patologías diversas. Y desde luego, hoy es más necesaria que nunca una labor de equipo, para afrontar mejor las situaciones desconocidas y coordinar esfuerzos.
No podemos ignorar una lección importante en toda esta situación. Lo que hemos aprendido no es suficiente, y con lo aprendido no lo sabemos todo. Un sufrimiento añadido a la labor de los sanitarios ha sido encontrarnos con muchos de ellos reconociendo su impotencia por desconocer qué más habría que hacer.
Desde luego para resolver problemas de salud en el ser humano no es suficiente con lo adquirido, pero no es menos cierto que cuando no encontramos la solución médica podemos siempre aportar la atención integral de aquellos aspectos que forman parte también de la estructura humana y que no podemos marginar como aspectos residuales, sino que es preciso recurrir a quienes pueden aportar un servicio de humanización integral necesario. Estos aspectos se traducen en necesidades propias de la interioridad de las personas, de la espiritualidad de sus vidas.
Por todo ello, al tiempo que lamentamos no haber podido abordar la enfermedad COVID-19 como hubiéramos deseado, esperamos aprender a situarnos mejor ente nuestros enfermos para llevarles el consuelo y el apoyo que necesiten.